Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo, vida,
Porque nunca me diste ni esperanza fallida
Ni trabajos injustos, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
Que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
Que si extraje las hieles o la miel de las cosas
Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
Cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno,
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé, sin duda, largas las noches de mis penas,
Mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
Y, en cambio, tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acaricio mi faz,
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Amado Nervo
jueves, 30 de octubre de 2008
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