sábado, 4 de octubre de 2008

El poder de la Oración



Un hombre inventó el fuego. Apenas lo inventó fue hacia el norte, donde hay tribus temblando de frio en las montañas, y comenzó a enseñarles el arte. Les mostró el valor de calentarse en invierno, de cocinar la comida, de utilizar el fuego en la construcción. Y ellos aprendieron con entusiasmo. Apenas aprendieron, el inventor del arte fue a otro lugar sin darles tiempo de agradecer, porque era un gran hombre.
A los grandes hombres no les importa cómo son recordados o que les agradezcamos. El desapareció y fue hacia otra tribu. Y allí comenzó a enseñar a hacer fuego. Esa tribu también se entusiasmo y él se fue haciendo cada vez más famoso.
Entonces los sacerdotes, temiendo que su propia popularidad disminuyese, resolvieron librarse de él y lo envenenaron. Pero para apartar las sospechas del pueblo, los sacerdotes hicieron lo siguiente: tomaron un retrato del hombre, lo pusieron en un altar del templo y dijeron al pueblo que venerase al gran inventor del fuego. Desarrollaron también un ritual y toda una liturgia para la veneración de las herramientas y del inventor del arte de hacer fuego. La veneración y la adoración se fueron perpetuando por décadas y décadas, siglos y siglos, pero no había fuego. ¿Dónde está la oración? ¡en el Fuego! ¿Dónde está el fuego? ¡En la Oración!

Anthony de Mello

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