jueves, 1 de septiembre de 2011

Una visión del Calvario de Jesús:



“Y fue cerca de la hora nona (las 3 de la tarde) cuando el Nazareno, haciendo un titánico esfuerzo sobre sus pies, con el pecho a punto de estallar y los labios abiertos por la sed, clamó con gran voz: -Eli, Eli...! Lema sabactani? (Dios mío, Dios mío! ¿porqué me has abandonado?).
Y dicho esto, Jesús cayo en un nuevo ataque convulsivo en la cruz. Y decenas de moscas se despegaron momentáneamente de sus heridas, para posarse casi al momento sobre las úlceras y regueros de sangre seca.
Los soldados se miraron entre sí y comentaron con sorna: -Ahora llama a Elías...
Y Jesús volvió a hablar: ¡Tengo sed!
Uno de los legionarios se acercó entonces a la vasija que contenía la posca (vinagre y agua) y sumergió una esponja, colocándola luego en la punta de una rama de hisopo y se dirigió hacía Jesús... y la colocó sobre sus labios. Inmediatamente, el vientre del crucificado palpitó con fuerza y una más intensa sofocación se apreció en su rostro. Y con voz fuerte volvió a decir: ¡Todo está cumplido!
Y los presentes observaron como el gigante inclinaba su cabeza de golpe. Y todo su cuerpo quedó como muerto... Y en aquel instante (la hora nona) las tinieblas que cubrían el lugar fueron disipándose. Y las antorchas fueron apagadas. Y los campos recobraron sus sonidos, y las aves volaron nuevamente sobre la puerta dorada y sobre los huertos.
Y mientras los cielos se abrían y dejaban pasar la luz del atardecer, la tierra se estremeció bajo los pies de los soldados y de las mujeres y de los que pasaban camino de la ciudad”.
Extracto de “El Enviado” de J.J.Benítez.

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