sábado, 27 de diciembre de 2008

Para pensar: el poder de la oración



“Un hombre inventó el fuego. Apenas lo inventó, fue hacia el norte, donde hay tribus temblando de frío en las montañas, y comenzó a enseñarles el arte. Les mostró el valor de calentarse en invierno, de cocinar la comida, de utilizar el fuego en la construcción. Y ellos aprendieron con entusiasmo. Apenas aprendieron, el inventor del arte fue a otro lugar sin darles tiempo de agradecer, porque era un gran hombre.
A los grandes hombres no les importa cómo son recordados o que les agradezcamos. Él desapareció y fue hacia otra Tribu. Y allí comenzó a enseñar a hacer el fuego. Esa tribu también se entusiasmó, y él se fue haciéndose cada vez más famoso.
Entonces los Sacerdotes, temiendo que su propia popularidad disminuyese, resolvieron librarse de él y lo envenenaron. Pero para apartar las sospechas del pueblo, los sacerdotes hicieron los siguiente: tomaron un retrato del hombre-fuego, lo pusieron en el altar superior del Templo y dijeron al pueblo que venerase al gran inventor del fuego.
Desarrollaron también un ritual y toda una liturgia para la veneración de las herramientas y del inventor del arte de hacer fuego. La veneración y la adoración se fueron perpetuando por décadas y décadas, siglos y siglos, pero no había fuego. ¿Dónde está la oración¿ ¡En el fuego!, ¿Dónde está el fuego? ¡En la oración! ¡Allí está!

Anthony de Mello

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