El guerrero sabe que de vez en cuando el combate se interrumpe.
De nada sirve forzar la lucha; es necesario tener paciencia, esperar que las fuerzas entren nuevamente en choque. En el silencio del campo de batalla, escucha los latidos de su corazón.
Percibe que está tenso. Que tiene miedo.
El guerrero hace un balance de su vida: comprueba si la espada está afilada, el corazón satisfecho, la fe incendiando el alma.
Sabe que el mantenimiento es tan importante como la acción.
Siempre falta algo. Y el guerrero aprovecha los momentos en que el tiempo se detiene para equiparse mejor.
(Del “Manual de los Guerreros de la luz” de Paulo Coelho)
jueves, 11 de diciembre de 2008
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