Los profetas, maestros, altos iniciados y alquimistas del pasado usaban símbolos y transmitían sus mensajes a través de revelaciones y parábolas.
Con el objetivo que la humanidad elevara su vida espiritual, que el espíritu entrara en su existencia, procurando que el ser humano pasara a través de la Puerta de los Dioses como pasa el Cristo Cósmico formando parte de la supraconciencia. Es la puerta de entrada a la espiritualidad donde comienza la ascensión hacia la sabiduría.
Para ello se necesita un cambio físico, un descenso de la luz superior a las partes más bajas. Hay que establecer la conciencia superior en cada átomo del cuerpo.
Si bien se cree que el objetivo final de los alquimistas era la búsqueda de la eterna juventud y la transformación de todo metal en oro (considerando al oro como elemento transmutador de la esencia). Ésta afirmación ha sido refutada por los estudiosos del tema, considerando la verdadera búsqueda primordial de la alquimia el quinto elemento, clave en la evolución del ser humano y su comprensión del Universo.
Cuando la conciencia suprema desciende al nivel mental y luego al vital; se produce una gran transformación en el sistema nerviosos e incluso en el físico, que podría dar origen a una especie nueva.
Esa mutación tan buscada por los alquimistas sería el quinto elemento. La unión de los cuatro elementos conocidos (Fuego, Tierra, Agua y Aire) combinados y unidos por el alma o espíritu ese fluido hipotético, sutil, invisible, también llamado éter, que supuestamente llenaría el espacio y que por su movimiento vibratorio, transmitiría la luz y otras formas de energía.
Si es así y éste sería el conductor que permitiría el cambio, si es el comienzo de lo que en el futuro podría producir la mutación humana. Entonces nos queda la formidable tarea de abrir las células físicas a la luz divina permitiendo la alquimia del ser humano.
Extracto de Revista “Año Cero”.
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