viernes, 1 de junio de 2012
Cromoterapia: Luces y colores que curan (primera parte)
La aplicación de luces y colores para tratar diferentes enfermedades y mejorar la salud, no es un invento moderno. El empleo de este método curativo se ha venido utilizando desde la Antigua Grecia. Esta medicina fue preconizada por Pitágoras en el año 580 a.C.. Pero ya los egipcios, en el período de Akenaton, en el 1300 a.C., poseían templos de luz y color. Y los chinos, mucho antes de la Era Cristiana, hacían diagnósticos por la observación del color de la piel de sus pacientes. Así, por ejemplo, para ellos el exceso de rojo significaba perturbaciones cardíacas; de amarillo, problemas en el bazo; de blanco, insuficiencia en los pulmones; de negro, en los riñones; y de verde, en el hígado.
Pero fue en la India donde se puso mayor énfasis en el estudio de la metodología, leyes y procesos terapéuticos de la cromoterapia.
Luego, el beneficio de la luz coloreada comenzó a utilizarse con el descubrimiento del vidrio (las primeras nociones se remontan a los fenicios). Luego de fabricar botellas, éstas se llenaban con líquidos de diferentes tonos (según la indicación) y se trabajaba haciendo que los rayos del sol reflejasen el color sobre el área deseada. También se puede llevar a cabo a través de visualizaciones. De todas formas, la ciencia recién se interesó por el estudio de los colores a partir del descubrimiento de Isaac Newton en 1666, que demostró cómo un rayo solar de luz blanca se descompone en varios colores que van del rojo al violeta (fenómeno del arco iris), al pasar por un prisma.
Los tratamientos de cromoterapia van desde la simple corrección de un estado de ánimo (ayudar a la persona a calmarse o a aumentar su energía), a la regulación de anomalías, como podrían ser la presión sanguínea, problemas en el funcionamiento orgánico o en la estructura ósea, aparición de infecciones, obesidad, anorexia, etcétera.
Para entender su poder curativo, es necesario explicar que cada color tiene una longitud de onda que varía, según la intensidad, entre 400 y 800 millonésimas de milímetros. Y, por lo tanto, cada tono tendrá una vibración diferente.
Dicho de otra manera, las diferentes frecuencias en que vibran los colores tienen variados efectos cuando se aplican directamente sobre la piel, ayudando, según los casos, a relajar, mejorar el ánimo, fortalecer el sistema inmunológico o a curar una intensa migraña.
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