viernes, 19 de junio de 2020

EL RETORNO DE LAS EPIDEMIAS

La medicina se enfrenta a un complicado reto: descubrir nuevos antibióticos antes de que sea demasiado tarde. En realidad, no hay nada nuevo bajo el Sol. Los científicos llevan décadas advirtiendo de que las bacterias –o superbacterias– son cada vez más resistentes y difíciles de tratar. Por si fuera poco, la industria farmacéutica parece tener otras prioridades. ¿Cómo de grave es la amenaza a que nos enfrentamos? Imaginen que un simple corte pueda ser cuestión de vida o muerte.
La profesora Dame Sally Davies, Jefe Médico del Gobierno de Inglaterra, reflexionaba en marzo de 2013 sobre la resistencia desarrollada por las bacterias ante los antibióticos, calificando este problema como «bomba de relojería». Meses antes, Davies equiparó esta misma circunstancia con una amenaza terrorista para toda la nación.

Las nuevas generaciones de superbacterias se ciernen sobre la humanidad y, aunque a muchos pueda parecerles un escenario de ciencia ficción, nuestros antepasados no lo sufrieron como algo inverosímil, sino como una realidad cotidiana. De hecho, el ser humano no cruzó las fronteras de la medina moderna hasta bien entrado el siglo XIX.

Así, la advertencia tampoco es nueva. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva tiempo alertando a Europa. Augura una auténtica epidemia de superbacterias en el continente. Además, puesto que han desarrollado esa resistencia debido en gran medida al uso indiscriminado de antibióticos, son precisamente las enfermedades más comunes y en aparente menos urgentes las que acabarán derrotándonos si no tomamos las medidas adecuadas.

EFICAZ, PERO POCO RENTABLE
¿Qué podemos hacer? La OMS nos proporciona las claves en su plan de contingencia: «La resistencia se ha descrito recientemente como una amenaza para la estabilidad mundial. Al principio se reconoció como una curiosidad científica y, luego, como una amenaza a la eficacia del tratamiento. Sin embargo, el desarrollo de nuevas familias de antimicrobianos en las décadas de 1950 y 1960 y las modificaciones de esas moléculas en las de 1960 y 1980 nos indujeron a creer que siempre podríamos adelantarnos a los agentes patógenos. Al comenzar el nuevo siglo, estamos pagando muy cara esa complacencia. La generación de medicamentos modernos se está estancando y son pocos los incentivos para elaborar antimicrobianos nuevos que permitan combatir los problemas mundiales de la farmacorresistencia».

Ya sabemos cómo atajar el problema, pero, ¿se está haciendo algo en este sentido? ¿Por qué no se han generado nuevos antibióticos desde los años 80? ¿Acaso las industrias farmacéuticas no están interesadas? Tal vez la clave radique precisamente en la palabra «industria». El Premio Nobel de Medicina Richard. J. Roberts afirmó recientemente, en una entrevista publicada en el periódico La Vanguardia, que el fármaco que lo cura todo no es rentable: «Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy, la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y mató en 2012 a un millón de personas. Es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar, sino para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. (Año Cero)

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