domingo, 7 de junio de 2020

EDITORIAL: Setiembre-Noviembre 2016


El propósito de la práctica espiritual es satisfacer el deseo de felicidad.
Todos somos iguales en el deseo de ser felices y de superar el sufrimiento, y
creo que todos compartimos el derecho de realizar esta aspiración.
Cuando examinamos la felicidad que buscamos y el sufrimiento que
deseamos evitar, lo más evidente son los sentimientos placenteros o
desagradables que se desprenden de nuestras experiencias sensoriales: sabores,
olores, texturas, sonidos y formas que percibimos a nuestro alrededor. Existe,
sin embargo, otro nivel de experiencia. La verdadera felicidad debe
perseguirse también a un nivel mental.
Sólo conectando la mente y el corazón, seremos lo suficientemente sabios para alcanzar
esa paz interior, ese equilibrio, ese despertar que nos permita ser felices y lograr el próximo paso evolutivo.
Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué
lazos nos impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del Sol sobre la noche, de la
luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma. Esto es la iluminación. El místico
es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.

¡Qué así sea, así es y así será ! Hnos. Del boletín

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