jueves, 8 de septiembre de 2016

El poder curativo de la espiritualidad

La Experiencia Akásica (Obelisco, 2014), obra de la que hemos extractado el presente artículo, se dan cita eminentes científicos y reputados investigadores, cuyos hallazgos resquebrajan los cimientos de muchos dogmas férreamente establecidos. Éste es el caso del médico Larry Dossey, el mayor experto mundial en el estudio de las propiedades curativas de la oración, quien presenta evidencias de una realidad que la jerarquía académica se está viendo obligada a aceptar, forzada por los últimos y fascinantes descubrimientos en diversos campos del conocimiento…
La experiencia akásica refleja lo que he denominado mente no local: mente que es infinita en el espacio y el tiempo, no confinada y no confinable al aquí y ahora. Como médico que soy, mi atención se ha visto atraída de forma espontánea hacia la vertiente curativa de estas experiencias. De este modo, he encontrado útil dividirlas en dos tipos. En uno de ellos, adquirimos información del mundo; y, en el otro, insertamos información en el mundo. Estas dos categorías trascienden los sentidos físicos y son inexplicables para la ciencia convencional, clásica. En ambas situaciones, las acostumbradas barreras del espacio y el tiempo se desvanecen, y nos manifestamos como seres no locales o infinitos cuya consciencia opera de formas que no se confinan al aquí y ahora.
Como comprendieron los sabios hindúes que forjaron el concepto akásico, se trata de aspectos de la mente humana que son ilimitados en el espacio y, por tanto, omnipresentes. Tampoco respetan los límites del tiempo, siendo por tanto eternos e inmortales. La omnipresencia y la eternidad son cualidades que se han atribuido siempre a lo Divino; de ahí el aforismo hindú Tat tvam asi, «Tú eres eso», que afirma que compartimos cualidades con la Divinidad, el Absoluto o como se le quiera llamar.
Una de las formas más comunes de adquirir información de manera no local es en las premoniciones, literalmente «un saber que viene antes». Los estudios demuestran que la gran mayoría de las personas experimenta premoniciones, normalmente durante sus sueños. En recientes experimentos computerizados de laboratorio realizados por los investigadores Dean Radin (director científico del prestigioso Instituto de Ciencias Noéticas), Dick Bierman (físico de la Universidad de Ámsterdam) y otros, se ha demostrado que la capacidad para sentir el futuro puede ser, hasta cierto punto, intrínseca en la mayoría de las personas. En estos estudios, rigurosamente controlados, las personas respondían fisiológica e inconscientemente a ciertos tipos de imágenes pocos segundos antes de que el ordenador las seleccionara aleatoriamente y las exhibiera. 

VISIÓN REMOTA:
Esta capacidad innata recibe el nombre de presentimiento, «un sentimiento que viene antes». Estos experimentos son ciertamente importantes, porque demuestran concluyentemente que el conocimiento humano no está limitado por el tiempo ni está limitado al presente. La capacidad para adquirir información de forma no local no es una mera curiosidad de laboratorio, puesto que se le ha dado también un uso práctico. El arqueólogo Stephan A. Schwartz, fundador del campo conocido como «visión remota» –viajar con los ojos de la mente–, ha utilizado esta técnica repetidas veces para encontrar barcos hundidos y emplazamientos arqueológicos enterrados que se habían perdido a lo largo de la historia.
La probabilidad de que estos descubrimientos se deban al azar es simplemente ridícula, y es una evidencia de que el conocimiento no local puede proporcionar beneficios prácticos a todos aquellos que tengan el coraje de reclamarlo y de darle uso en su vida.
De hecho, como hemos apuntado, el conocimiento no local se viene utilizando con éxito desde hace décadas en el campo de la arqueología. Esta historia, poco conocida por otra parte, viene detallada por el mismo Schwartz en su fascinante libro The secret vaults of time (Las bóvedas secretas del tiempo).
La capacidad para funcionar mentalmente de forma no local puede haberse codificado en nuestros genes a lo largo de la evolución, porque es probable que esta capacidad contribuyera poderosamente a la supervivencia de aquellos individuos que la poseyeran. Saber de antemano dónde se halla el peligro o dónde encontrar comida o refugio, constituiría una ventaja obvia en el juego de elevadas apuestas que es la supervivencia. Por tanto, la capacidad de sentir el futuro debería de seguir operando de este modo incluso en nuestra vida moderna… (Revista AÑO/CERO). 

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