martes, 13 de septiembre de 2016

HIPERBÓREA: LA ATLÁNTIDA DE LOS CELTAS


Milenarias tradiciones celtas, relatos de historiadores y navegantes griegos y textos sagrados de las religiones hindú y zoroástrica, entre otras evidencias históricas y legendarias, se refieren a la existencia de un continente en el Ártico hace unos 14.000 años, cuando en esas tierras reinaba un clima primaveral y abundaba la vegetación y la vida animal. A causa de un abrupto cambio de temperatura, sus habitantes se vieron obligados a huir por mar, desembarcando en las costas de Europa, Asia y América, a cuyos aborígenes transmitieron su cultura y asombrosos conocimientos… Por Miguel PedreroPocos especialistas dudan de que antes del fin de la última glaciación –hace más de 10.000 años– en ciertas regiones árticas dominaba un microclima cálido que posibilitaba una abundante vegetación y, por lo tanto, la existencia de animales y caudalosos ríos. Sin duda, en estas zonas se habrían desarrollado pueblos sobre los que poco o nada sabemos, y cuyo recuerdo sólo ha pervivido a través de relatos legendarios como el de Hiperbórea: un continente  situado en el ártico y habitado por una avanzada civilización. Un repentino cambio del clima en esas tierras habría provocado que los hiperbóreos se vieran obligados a huir de su «hogar boreal», desembarcando en las costas de medio mundo.
Pero, ¿hay evidencias de la existencia de territorios cálidos en el «norte del mundo» en épocas prehistóricas? Rotundamente sí, como mostraremos a lo largo de este reportaje, aunque el más sorprendente de todos los hallazgos que apuntan en tal dirección tuvo lugar a finales de enero de 2015. Dam Watson y Rob Spray, dos buceadores que forman parte de una organización volcada en la conservación de la fauna marina, descubrieron en las costas de Norfolk (Inglaterra) un gigantesco bosque subacuático de al menos unos 12.000 años de antigüedad. Pero lo absolutamente extraordinario de este hallazgo es que, según los científicos que se encuentran estudiando el asunto, la masa vegetal habría tenido ¡un tamaño como el de Europa en plena Edad de Hielo!, extendiéndose por el Atlántico Norte, precisamente donde las leyendas ubican Hiperbórea.

EXISTIERON OTRAS HUMANIDADES
En esta selva, rica en caza y pesca y donde tampoco faltaban fuentes de agua dulce, marismas y enormes pantanos, se daban todas las condiciones para el desarrollo de sociedades humanas. Este «paraíso terrenal» acabó desapareciendo bajo las aguas cuando gigantescas capas de hielo se derritieron a consecuencia del ascenso de las temperaturas, haciendo que el nivel del Atlántico Norte subiera 120 metros. ¿Cuántos restos de civilizaciones puede ocultar esta gigantesca masa verde ahora sumergida? La realidad es que poco sabemos sobre lo que ocurría en las regiones boreales en esos pretéritos tiempos, sólo evocados en ciertas tradiciones y antiguas narraciones que conocemos sobre todo gracias a los sabios de la Antigua Grecia.
Es el caso de Hecateo de Abdera, historiador y filósofo de la escuela escéptica, quien recopiló buena parte de los relatos, a medio camino entre la historia y la leyenda, que los eruditos griegos habían reunido en el siglo IV a. C. en relación al continente hiperbóreo, que estaría situado en las imprecisas tierras del «lejano norte». Lamentablemente los escritos de Hecateo se perdieron para siempre, pues sólo sabemos del contenido de los mismos gracias a los trabajos de Diodoro de Sicilia, que vivió en el siglo I a. C. Según su descripción, «en las regiones más allá de la tierra de los celtas se esconde en el mar una isla no más pequeña que Sicilia (…) Está situada en el norte y habitada por los hiperbóreos, que son llamados de esa manera porque su casa está más lejos del punto donde golpea el viento del norte».
Según Diodoro, esta isla se caracterizaba por sus tierras fértiles y clima templado, común denominador en todos los relatos legendarios de la Antigua Grecia en relación a estas tierras desconocidas. El poeta Píndaro (siglo VI a. C.) escribía que en Hiperbórea no existía la enfermedad ni la vejez y sus bellos y jóvenes habitantes disfrutaban de paz y armonía. Virgilio y Cicerón, que vivieron en el siglo I de nuestra era, aseguraban que los hiperbóreos gozaban de una felicidad sin igual y largas existencias. Por su parte, Ptolomeo (siglo II d. C.) y Marciano de Heraclea (siglo IV d. C.) sitúan el continente perdido en el Mar del Norte y señalan que en dicho territorio el sol salía únicamente una vez al año, lo cual apunta directamente a las regiones polares árticas.

EL MISTERIOSO PAÍS DE  THULE
Éstas y otras referencias, que vamos a obviar para no cansar al lector, conformaron la «mitología» griega sobre la civilización hiperbórea, denominada así porque se suponía que sus habitantes se encontraban «más allá del viento del Norte». Teniendo en cuenta que Bóreas, la deidad de los vientos, vivió en Tracia –región que se extendía desde Macedonia hasta el Mar Negro y desde el Egeo hasta el río Danubio–, este continente estaría situado más lejos (hiper) de la «tierra de Bóreas».
Piteas de Marsella, un intrépido marino griego del siglo IV a. C., realizó una hazaña absolutamente increíble para la época: con un barco a remo de bajo calado navegó miles de millas por el Atlántico Norte, atravesando mares embravecidos y congelados. Regresó al cabo del año narrando que había desembarcado en unas tierras situadas en los confines del círculo ártico. Las gentes que allí habitaban le dijeron que si navegaba un día entero hacia el norte, hallaría «el mar sólido». Piteas había llegado a un territorio que sus gentes bautizaron como Thule, donde los días prácticamente duraban 24 horas durante el período del solsticio de verano y todo lo contrario en la época del solsticio de invierno… ( AÑO/CERO ).

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