jueves, 15 de diciembre de 2011

El simbolismo de la Cruz:



Son muchos los cristianos que creen que la cruz como instrumento de veneración nace con su religión, con el sacrificio que Jesucristo ofrenda en ella; sin embargo este objeto tan sencillo era ya un símbolo sagrado desde tiempos prehistóricos.
En el momento en que Jesús era llevado y crucificado en el Monte de la Calavera. Se dice que la cruz era para los romanos un patíbulo o un instrumento de tortura que a su vez habían copiado de Persas y Cartagineses. Fue Cornelio Pompeyo quien en el 65 AC lo introdujo en Palestina como tal, para “oprobio de los transgresores de la pax romana”.
Pero si mal visto era morir en la cruz, después de Cristo, descubrimos que tal muerte es precisamente la condición de la gloria y de la realeza.

Un poco de Historia:
En Egipto había una cruz atribuida a Isis (virgen negra y madre) hermana y esposa de Osiris, el Ankh (o Anj) como atributo y expresión de la vida divina e inmortal del cielo a que están destinados los seres. Consiste en una cruz similar a la letra griega tau coronada con un circulo:
La cruz aquí no tiene principio ni fin, directamente relacionada con el sacrificio y su meta eterna, se empleaba en la iniciaciones guiadas por los sacerdotes egipcios. El Ankh se ponía también sobre la frente de los faraones a fin de otorgarles la visión suprema.
La antigua China conoció asimismo la cruz, en sintonía con los valores numéricos del 5 y del 10; aspecto curioso que reencontráremos entre los pueblos de América pre-colombina y en África. El movimiento de éste cruz es un espiral, cuyo esquema refleja el orden del mundo. El eje vertical une a los vivos y a los muertos con el cielo superior, sitio de Dios. En Él se cruzan los dos rayos esenciales, de hecho, el punto y el enlace de los ejes es el mismo centro. Ambos aspectos enuncian la 1° ley de la ciencia sagrada de los símbolos, a saber, que una misma cosa es a la vez ella y su inversa.
El giro de las aspas o brazos de la cruz abracan la creación entera, de éste modo es como nace el círculo de la rueda y cómo el caos oscuro de los orígenes se transforma en cosmos ardiente y luminoso, en orden divino. Las dos líneas fundamentales trazan el plano en cuatro partes iguales, movimiento del que surge también el cuadrado, tradicionalmente identificado, por los cuatro elementos, es la Tierra que, no obstante, tiene la forma y constitución celeste, circular.
La orientación del espacio, en sincronía con el tiempo, se hallan también en la cruz. Las estaciones del año, con sus solsticios y dos equinoccios, o los cuatro puntos cardinales (norte-sur-este-oeste), con toda su fuerza mítica, nacen y son posibles gracias a la cruz.
Todavía están en el recuerdo de las civilizaciones tradicionales, la cruz media recortada y ordenada en el espacio y el tiempo sagrado; fundando la fortaleza, el templo y la plaza pública.
La cruz es el principio y el fin del origen, alfa y omega del mundo que rueda, principio cíclico que afirma que aquello que parte siempre retorna.
Extractado Revista “Más Allá”.

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