Pacha Mama, Macune, Tonanzín, Nana Tlalli, Gaia, Saras, Merla, Urantia, María, Guadalupe y muchos nombres más, representan la naturaleza femenina de la Creación, simbolizando en ellos el equilibrio necesario de la parte masculina identificada con el Padre, Dios.
A través de las enseñanzas recibidas por nuestros Guías y Maestros, hemos podido rescatar la imagen del Dios masculino, heredada de una sociedad machista y de un concepto religioso tradicional y partidista que identifica al Espíritu Esencia con la imagen de un hombre. Este rescate de la idea ortodoxa, nos ha llevado a comprender que nuestro Creador es Padre y Madre a la vez, y que así como el Padre se identifica con el Cosmos, la Madre se asocia con la Naturaleza que nos da la vida, que nos engendra en su seno y que nos alimenta de su savia viva. Ella es el sustento y el cobijo que renace diariamente para entregarnos todos sus elementos por medio de los cuales, nosotros, sus hijos, podemos desarrollarnos y crecer en conciencia para acercarnos cada vez más a la Esencia misma, que es puro e infinito Amor.
Pero para lograr dicho estado, primero tendremos que aprender a respetarla; ella será la encargada de examinarnos, pues lo sabe todo ya que lee nuestras intenciones inscritas inclusive hasta en lo más profundo del corazón. A ella no la podemos engañar, y no es de extrañarnos que su cobijo se tienda de una manera u otra hacia cada uno, ya que es ella la que evalúa según el grado de afinidad o respecto que le otorguemos a sus otros hijos, nuestros hermanos.
No olvidemos que si ella es la Madre, todos sus hijos, desde estados de conciencias primarios representados en un mineral, pasando luego por las plantas y los animales, hasta llegar al Ser Humano, nos hace una sola familia, y como siempre se ha dicho, la familia es el primer y principal laboratorio de crecimiento interno y de experimentación del amor. Simplemente nos hace falta contemplar su propia grandeza que se expresa desde lo más simple, un grano de arena, hasta lo más sublime, el Hombre, su hijo consciente, el que sabe, aunque muchas veces seamos nosotros mismos los que nos volteamos contra ella... contra la Madre.
Nuestra civilización ha llegado a un adelantado grado de tecnología olvidando lo que fue sagrado para muchos en el ayer. La sensibilidad ha quedado relegada a los renglones de abajo, mientras el avance de lo externo y temporal ha tomado los titulares de las primeras páginas de nuestras vidas, sin tener en cuenta el hábitat, en donde nos afirmamos día a día. En otras palabras, la forma de expresión masculina sigue prevaleciendo muy a pesar de los avances de la femenina, y hasta que no equilibremos los dos planos del Todo, las fuerzas mismas del universo, tarde o temprano, buscarán su propio balance.Sixto Paz
sábado, 28 de diciembre de 2019
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