Hace 25 años, la asociación norteamericana Union of Concerned Scientists y más de 15.000 científicos independientes, incluyendo la mayoría de los Premios Nobel en Ciencias que vivían entonces, escribieron “La Advertencia de los Científicos del Mundo a la Humanidad”, 1992. De nuevo, en 2017 estos profesionales preocupados, lanzan una segunda avertencia en la que reclaman a la humanidad que frene la destrucción ambiental y avsian de “la necesidad de un gran cambio en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida sobre ella, si queremos evitar una enorme miseria humana...”. Este nuevo aviso, del que a continuación damos difusión, puede consultarse en su versión original y la promueven William J. Ripple, Christopher Wolf, Mauro Galetti, Thomas M Newsome, Mohammed Alamgir, Eileen Crist, Mahmoud I. Mahmoud, William F. Laurance y 15.364 co-signatarios de 184 países.
La realidad del primer aviso:
En su manifiesto, mostraban que los seres humanos estaban en rumbo de colisión con el mundo natural. Expresaron preocupación acerca de daños actuales, inminentes y potenciales sobre el planeta Tierra por: La destrucción de la capa de ozono, la disponibilidad de agua dulce, el colapso de la pesca marina, el incremento de zonas muertas en los océanos, la pérdida de masa forestal, la destrucción de biodiversidad, el cambio climático y el crecimiento continuado de la población. Proclamaron que cambios fundamentales eran urgentes y necesarios para evitar las consecuencias que nuestro actual rumbo podrían acarrearnos.
Los autores de la declaración de 1992 temían que la humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de la vida. Describieron cuán rápido nos estábamos aproximando a muchos de los límites de lo que el planeta puede tolerar sin daños serios e irreversibles. Los científicos alegaron que deberíamos estabilizar la población, describiendo como la enorme cifra - que ha crecido en 2000 millones desde 1992, un incremento del 35% - ejerce una presión sobre la Tierra que puede aplastar otros esfuerzos para conseguir un futuro sostenible (Crist et al. 2017). Imploraron que redujéramos las emisiones de gases efecto invernadero (en adelante, GEI) y eliminásemos los combustibles fósiles, redujéramos la deforestación y revirtiéramos la tendencia de extinción de la biodiversidad. En el 25º aniversario de su llamada de atención, estos miran hacia atrás hacia esta alarma y han evaluado la respuesta humana, analizando la evolución en el tiempo de los indicadores disponibles.
Donde estamos ahora:
Desde 1992, con la excepción de que se ha estabilizado la capa de ozono, la humanidad ha fracasado en hacer suficientes progresos para resolver esos retos ambientales previstos y, de manera muy alarmante, en la mayoría de ellos, estamos mucho peor que entonces. Especialmente preocupante es la trayectoria actual del catastrófico cambio climático de origen humano debido a las crecientes emisiones de GEI procedentes de la quema de combustibles fósiles (Hansen et al. 2013), la deforestación (Keenan et al. 2015) y la producción agrícola - principalmente por la ganadería de rumiantes y el consumo de carne (Ripple et al. 2014). Además, hemos desatado un evento de extinción masiva de especies, la sexta en unos 540 millones de años, mediante la cual muchos de las actuales formas de vida podrían ser aniquiladas o, como poco, comprometidas a la extinción hacia el final de este siglo.
En 25 años la población mundial ha aumentado en 2.000 millones. Su crecimiento es constante e induscirble. Después de la primera advertencia de los científicos frente a la destrucción del planeta en 1992, la humanidad ha alcanzado los 7.600 millones en la úlitma revisión de las Naciones Unidas en junio 2017. Se trata de un crecimiento demográfico del 35 %, algo que no puede pasarse por alto y que representa un claro signo de alerta frente a la capacidad de acogida del planeta. Es evidente que ha habido una reducción en la natalidad ya que se ha pasado de una tasa de fecundidad de entre 5 y 6 niñas/os por mujer en los años sesenta a 2,5 de media hoy en día. En algunos países esta reducción ha sido muy importante, pero está todavía muy por encima del crecimiento cero. Por ejemplo en Brasil se ha pasado de 6 niños/as en los años sesenta a 1,8 hoy en día. Lo mismo en la India (con 1.300 millones de habitantes actualmente) ha pasado de 5,9 a 2,5 en el mismo périodo. El decrecimiento sin embargo llega demasiado y sobretodo se superpone a un incremento en la edad de fallecer que se ha incrementado gracias a la tecnología médica.Además China abandonó la política del hijo único y su población representa el 20 % de la humanidad. Pero lo que preocupa a los demográfos es la repartición desigual de la fecundidad planetaria. De 1,5 a 1,6 en la Unión Europea o 1,8 en Estados Unidos, pero de 6 a 7 niños/as por mujer en países del Sahel tales como Niger, Chad o Burkina Faso. Así que las tres cuartas partes del crecimiento demográfico se da enm la región africana intertropical.
Los autores de la llamada señalan la necesidad de disminuir el consumo por cabeza tanto de energías fósiles como de carne. La explosión demográfica no es más que la realidad que pone de manifiesto la finitud de nuestros recursos. Así por ejemplo, si en lugar de destinar mayoritariamente el trigo, el maiz y la soja al consumo animal, esta fuera empleada para la nutrición humana entonces el planeta podría alimentar hasta 11.000 millones de humanos. Por tanto, el régimen alimentario nos advierte sobre esta capacidad limitada de la Tierra. Y es que si todos los seres humanos se pusieran a comer y a consumir como los europeos, entonces la Tierra no podría soportar más de 4.000 millones mientras que con el régimen alimentario y de consumo de Bangladesh podría albergar 12.000 millones. Por tanto, la huella ecológica que dejamos es esencial para definir hasta que punto estamos amenazando nuestra porpia supervivencia.
Segundo aviso de alarma:
Por la presente, damos un Segundo Aviso a la Humanidad, ilustrado por la alarmante tendencia de variables mostradas en la figura adjunta. Estamos poniendo en peligro nuestro futuro por nuestro desproporcionado consumo material y por no darnos cuenta de que el alocado crecimiento de la población mundial es el principal impulsor detrás de la mayoría de amenazas ecológicas e, incluso, societales (Crist et al. 2017). Con su fracaso en limitar adecuadamente el crecimiento de la población, en reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente, en reducir la emisión de GEI, en incentivar la energía renovable, en proteger el hábitat, en restaurar los ecosistemas, en parar la extinción de fauna, en frenar las especies invasivas, la humanidad no está tomando los pasos urgentes que necesitamos para salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera.
Puesto que la mayoría de líderes políticos responde a la presión, los científicos, los medios de comunicación y los ciudadanos deben insistir en que sus gobiernos pasen a la acción inmediata, como un imperativo moral hacia las actuales y futuras generaciones, humanas y de otras formas de vida. Con una marejada de esfuerzos desde organizaciones surgidas desde el pueblo, la obstinada oposición puede ser superada y los líderes políticos se verán obligados a hacer lo correcto. Es también el momento de re-examinar y modificar nuestros comportamientos individuales, incluyendo nuestra propia reproducción (idealmente, al nivel de reemplazo, 2 hijos por mujer, como máximo) y reducir drásticamente nuestro nivel de consumo per-cápita de combustibles fósiles, carne y otros recursos.
La rápida reducción mundial de las sustancias que destruían la capa de ozono nos muestra que podemos hacer cambios positivos cuando actuamos de manera decidida. También hemos hecho avances importantes para reducir la pobreza extrema y el hambre. Otros progresos notables (no incluidos en la figura 1) incluyen: rápida reducción de las tasas de fertilidad en muchas regiones mediante políticas educativas entre mujeres y jóvenes, la prometedora reducción de la tasa de deforestación en algunas regiones y el rápido despliegue de energías renovables. Hemos aprendido mucho desde 1992, pero el progreso de los cambios necesarios y urgentes en políticas ambientales, comportamiento humano y reducción de las inequidades globales está, todavía, lejos de ser suficiente.
Acciones necesarias y urgentes:
Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.
Algunos ejemplos de acciones diferentes y efectivas que la humanidad puede tomar para la transición a la sostenibilidad incluyen (sin presumir orden de importancia o urgencia):
-Priorizando a la promulgación de grandes reservas protegidas de una proporción significativa de los hábitats terrestres, marinos, de agua dulce y aéreos de todo el mundo;
-Mantenimiento de los servicios ecosistémicos de la naturaleza parando la conversión de selvas, bosques, pastizales y otros hábitats naturales;
-Restaurar comunidades con plantas autóctonas a gran escala, principalmente, bosques;
-Devolver a la naturaleza salvaje zonas con especies nativas, especialmente con depredadores ápice, para recuperar procesos y dinámicas ecológicos;
-Implementar políticas adecuadas para remediar la extinción de especies animales, la caza furtiva y la explotación y comercio de especies amenazadas;
-Reducir el desperdicio de alimentos mediante educación y mejores infraestructuras;
-Promover un cambio hacia dietas más vegetales y menos animales;
-Promover la reducción adicional de los índices de fertilidad procurando que mujeres y hombres tengan acceso a la educación reproductiva y a los servicios voluntarios de planificación familiar, especialmente, en lugares donde falten tales recursos;
-Aumentar la educación ambiental para niños y fomentar un mayor aprecio por la naturaleza por parte de la sociedad.
-Desinvertir en inversiones monetarias e invertir en iniciativas que promuevan cambio ambiental
-Idear y promover tecnologías no contaminantes y adoptar masivamente energías renovables y, simultéaneamente, eliminar subvenciones a la producción de energía con combustibles fósiles.
-Revisar nuestra economía para reducir desigualdades y asegurarse que precios, impuestos y sistemas de incentivos tengan en cuenta los costes reales que nuestro patrón de consumo imponen en nuestro medio ambiente; y
-Evaluar de manera científica el tamaño de población humana sostenible a largo plazo y pedir a las naciones y a sus líderes que apoyen ese objetivo vital.
Para prevenir pérdidas catastróficas de biodiversidad y un deterioro generalizado de las condiciones de vida humana, la humanidad debe poner en práctica una forma de vida más sostenible ambientalmente que la actual (“business as usual”). Esta receta ya fue bien articulada hace 25 años por los científicos del mundo, pero en la mayoría de los temas, no hemos escuchado su llamada de atención. Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de la actual trayectoria que nos lleva al fracaso y nos estamos quedando sin tiempo. Debemos reconocer, en nuestras vidas diarias y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra con toda su vida es nuestro único hogar.
Terra.org
martes, 16 de octubre de 2018
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