LAS PISTAS DE NAZCA se extienden en una superficie de más de 500 kilómetros cuadrados del valle del río Nazca, al sur del Perú, en una zona situada entre el océano Pacífico y los Andes. Se trata de una serie de líneas, diseños geométricos y abstractos pictogramas que han permanecido inalterados durante casi tres mil años desafiando a la ciencia y a la arqueología. No fueron descubiertos hasta finales de los años veinte coincidiendo con los primeros vuelos por la zona, la razón es bien sencilla: las pistas no son visibles desde tierra. Una singularidad que fue aprovechada por el investigador Erich Von Däniken para sugerir que no habrían podido ser creados sin una visión desde el aire. Como entre los siglos I y III antes de Cristo, los nazcas no sabían volar, lo más probable -argumentaba- es que una civilización exterior les hubiera tendido la mano para hacerlo. La hipótesis quedaba respaldada, asimismo, por las crónicas antiguas como la que el corregidor Luis de Monzón envió al virrey de Toledo en 1586; Cuenta que antes del dominio de los incas, un pequeño número de otras gentes “que se denominaban viracochas llegó a estas tierras. Escuchando su palabra, los indios los siguieron y les hicieron unos caminos que se pueden ver, tan anchos como una calle y con bajas paredes a un lado y a otro”. ¿Quienes eran estos misteriosos viracocha?, ¿extraterrestres?.
Aunque Däniken fue el paladín de la tesis extraterrena otros investigadores como Jim Woodman y Julian Knott del Club Internacional de Exploradores de Coral Gables, Florida, encaminaron sus pasos a la posibilidad de que los primitivos nazcas conocieran el arte de volar.
Para demostrarlo en noviembre de 1975 pusieron en marcha el proyecto Condor I. Fabricaron un ingenio eroestático empleando materiales que supuestamente los indios poseían hace 2800 años. El globo consiguió volar, a duras penas, durante 20 minutos. Definitivamente, volar no era propio de una civilización antigua como la de los nazcas pero, ¿tenían capacidad tecnológica para desarrollar los gigantescos diseños geométricos?
El historiador catalán Juan Ventura desafió a cuantos habían planteado hipótesis heterodoxas, como la intervención extraterrestre, reproduciendo, con métodos y técnicas antiguas, las figuras más complejas de la altiplanicie de Nazca. Sólo introdujo un elemento que sus predecesores habían ignorado: el plano.
Con la ayuda de este asistente indispensable y, utilizando sólo estacas de madera y hilos, consiguió llevar a cabo figuras de más de 60 metros como el emblemático Colibrí concluyendo que, cuando los recursos técnicos son escasos, la imaginación humana no tiene limitaciones.
Pero al enigma del cómo se hicieron subsistían otras preguntas como el ¿por qué? Y cómo se conservaron inalteradas durante milenios. El astrónomo y arqueólogo Paul Kosok tras excluir que no se trataba de canalizaciones hidráulicas dirigió sus pesquisas a demostrar que se trataba de un complejo calendario astronómico, identificando positivamente doce sistemas astronómicos e inscripciones solsticiales y equinocciales. Tras las huellas del astrónomo americano, María Reiche continuó las investigaciones emprendidas. Esta matemática alemana observó que las líneas predicen las posiciones de los cuerpos celestes y se utilizaban para determinar la época del año más idónea para la siembra y la cosecha así como para la crecida de los ríos. Otros, el historiador peruano Hans Horkheimer o el cineasta Tony Morrison se inclinan por una hipótesis más religiosa: cada línea debió de haber pertenecido a una familia o grupos de familias que a su vez se encargaba de tenerlas en perfecto estado para rendir honor a sus antepasados. Cabe la posibilidad, además, de que sirvieran para ser vistos por sus dioses.
Queda una última cuestión por resolver: cómo se han conservado tan bien a lo largo de los siglos.
Las figuras de nazca se han trazado raspando la capa superficial del suelo dejando al descubierto la tierra amarilla subyacente, mezcla de arena, arcilla y calcita.
En toda la zona se han rescatado miles de trozos de cerámica y de piedras, junto a ellos hay numerosos restos de postes de madera, pero no hay ni rastro de huellas de animales de tiro. Sin duda el gran secreto de la conservación de estas líneas se debe al clima. En los últimos 10.000 años las precipitaciones lluviosas han sido escasas en los suelos amarillentos.
Se dice que si alguien camina sobre la meseta sus huellas permanecerían durante años desafiando la acción del viento. Por eso, cuando en 2014 una acción de Greenpeace se llevó a cabo junto al Colibrí, cundió el pánico. Los especialistas acudieron en tropel y fue entonces cuando observaron gracias a las nuevas tecnologías nuevas figuras que no estaban catalogadas.
A diferencia de las conocidas hasta ahora, los nuevos geoglifos poseen evocadores diseños antropomorfos y no sólo geométricos, lo que sugiere un cambio fundamental sobre la sociedad de aquel entonces.
Figuras humanas con tocados, imágenes zoomorfas, o cabezas con lenguas largas. Son sólo algunas de las enigmáticas figuras que arqueólogos peruanos y un equipo internacional de expertos analizan con la ayuda de la Fundación National Geographic.
(AñoCero)
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