Se trata del poema más celebre de Hentley escrito en el mismo año de su muerte. Los versos son trascendentes puesto que eran aquellos que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo durante sus años en prisión por las políticas racistas en Sudáfrica. El temple de uno de los hombres más importantes del siglo XX radica en las atinadas y poderosas palabras del escritor inglés, quien no tiene miramientos en retratar algunas de las joyas de la existencia humana: la esperanza, la libertad y la resistencia.
Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que puedan existir
por mi alma inconquistable.
En la azarosas garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Sometido a los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero está erguida.
Más allá de este lugar de ira y llantos
yace sino el horror de la sombra,
Y aún la amenaza de los años
me halla y me hallará sin temor.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
domingo, 1 de marzo de 2020
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