Vastas escalas:
Para Estes, reconocer que la naturaleza está conectada en tan vastas escalas de espacio y tiempo de manera tan importante fue una revolución en su pensamiento científico.
Armados con esta visión completamente nueva, fue posible empezar a notar cosas que no se veían a pesar de estar frente a nuestras narices.
"Si te digo, así no más, 'los árboles necesitan a los lobos', quizás te asombre, pero ese tipo de revelaciones surgen no de mirar a la naturaleza como si fuera un cuadro bonito sino que son fruto de esa comprensión de cómo funciona la naturaleza", le dice Carroll a BBC Mundo.
Para entenderlo mejor, fíjate en esta imagen a continuación... ¿notas algo raro?
Si no notaste nada peculiar es porque nos hemos acostumbrado a ver como normales paisajes degradados.
El de esa foto es típico de un bosque en el que, a falta de depredador -el lobo-, los venados se han multiplicado sin control hasta convertirse en una plaga y se han comido todo lo que debería estar vivo entre donde terminan las ramas más bajas que ves y el suelo.
Este es un bosque en desaparición: no hay árboles nuevos pues se los han comido, así que cuando estos mueran, no habrá más bosque.
No es un ejemplo único; de hecho, "mucho del mundo que vemos hoy en día está degradado", sentencia Carroll y, una vez más, no exagera.
Pero todo esto está sonando muy pesimista y te habíamos prometido una historia de esperanza.
Lo que pasa es que nos falta una ficha clave de este rompecabezas, la que descubrió el científico Tony Sinclair trabajando en uno de los lugares más icónicos del planeta: el parque nacional Serengueti, en Tanzania.
Más y más y más de todo:
Cuando Sinclair comenzó a trabajar en Serengueti, aunque no se dio cuenta en ese momento, incluso el parque nacional más famoso del mundo estaba muy degradado.
Hace 120 años, una epidemia de peste bovina, muy similar al sarampión, diezmó a los animales del lugar, particularmente a los ñus, cuya población se mantuvo baja durante 70 años, hasta que en la década de 1960, los veterinarios lograron erradicar la enfermedad en la mayor parte de África.
Para cuando Sinclair llegó, la mejoría empezaba a ser obvia.
"Cuando llegué, había alrededor de 250.000 ñus; ocho años más tarde, ya eran 1,4 millones", cuenta Sinclair.
"Era un récord mundial, la mayor población de ungulados del mundo".
Sinclair asistió entusiasmado a una reunión en 1982 para contarle al mundo lo que estaba sucediendo.
"Cuando dije la cifra de 1,4 millones, hubo un silencio mortal. No esperaba esa reacción en absoluto".
Sus homólogos pensaban que era irresponsable permitir que se multiplicaran de esa forma y alegaban que había que sacrificarlos pues iban a destruir los hábitats y a causar un colapso del sistema.
"Pero, pensé, ¿por qué los humanos debían interferir? Estos sistemas han existido durante millones de años sin que se requiera que los humanos interfieran para que persistieran".
Aunque consciente de que estaba poniendo en riesgo uno de los lugares icónicos de la Tierra, el equipo de Sinclair decidió mantenerse firme y convenció a las autoridades del parque de que no cedieran al sacrificio.
Los censos de los siguientes cuatro años dieron el mismo resultado: 1,4 millones. El sistema se había nivelado por sí solo y no había daños al medio ambiente.
"Todo lo contrario: para nuestra sorpresa, descubrimos que el sistema se estaba reparando a sí mismo. De repente, todo comenzó a reconectarse", cuenta Sinclair.
"Los ñus producían estiércol, lo que fertilizaba los pastos, que se volvieron altamente nutritivos. Y, al comérselos, había menos combustible y, por lo tanto, menos incendios.
"Eso permitió que aumentaran las poblaciones de árboles que probablemente no se habían crecido desde el siglo XIX. Esos árboles proporcionaron más alimento para los elefantes, las jirafas y para muchas, muchas especies de aves.
"Y eso atrajo a muchos más depredadores porque también había más comida para ellos".
"Me di cuenta de que el ñu era una especie clave y que, contrariamente a lo que Bob Paine había asumido -que la especie clave eran siempre un depredador-, en realidad, podía ser un herbívoro".
Además de eso, y quizás más importante, lo que los estudios de Tony Sinclair mostraron fue que a pesar de que esa especie clave había faltado durante 70 años, la capacidad de recuperación del ecosistema no se había agotado.
Y cuando la especie clave reapareció, Serengueti cambió profundamente: más árboles, más jirafas, más pájaros cantores, más mariposas, más escarabajos, más y más y más y más de todo.
Era una prueba a gran escala de que la degradación no es una condena: es reversible.
Hay que poner la estrella en su lugar:
Bob Paine había sido el primero en vislumbrarlo: si eliminas la estrella de mar, la biodiversidad colapsa.
60 años después de su experimento, ecologistas prominentes compararon experiencias y quedó claro que esa es la forma en la que la naturaleza funciona. En todas partes.
Habían revelado las reglas de la vida en el planeta.
"Si quieres arreglar algo, necesitas saber qué está dañado", dijo Paine.
Y gracias a que él y ese puñado de científicos, es posible averiguarlo.
Ahora, al ver esos paisajes degradados en vez de quedarnos en comentarios negativos, pesimistas, fatídicos, podemos preguntarnos: ¿estamos condenados? ¿Está sellado el destino para esos lugares y especies?
Y, en muchos casos, la respuesta es: "No".
"No es que vas a encontrar especies clave en todas partes pero ¡vaya que son prevalentes!", señala Carroll.
Es cuestión de encontrar el equivalente de la estrella para cada ecosistema.
Un ejemplo conocido es el del parque nacional de Yellowstone, en el noroeste de EE.UU., en el que hace unos 20 años, la población de lobos fue incrementada mediante intervención humana para controlar el número de alces, que estaba afectando seriamente la vegetación del parque.
Con el retorno de los lobos después de 70 años de ausencia, los sauces se recuperaron, los álamos prosperaron, los castores regresaron y los osos se expandieron.
Y en Argentina, algo asombroso: en los altiplanos a los que los pumas han podido regresar, la hierba crece y crea hábitat para todo tipo de criaturas.
Y el cuerpo de conocimiento, el número de ejemplos, está creciendo.
En el Medio Oeste de EE.UU., hay gente agregando peces clave a los lagos, que se tornan de verdes y turbios a cristalinos.
En los arrozales, las arañas son la especie clave. Entonces, si quieres comer arroz, protege las arañas.
En Escocia, entre tanto, demuestran como sus hermosas praderas no deberían ser... praderas.
Ese recinto cercado muestra el impacto de los animales que pastan y cómo se vería el paisaje escocés sin ellos.
Y, así, en muchas partes del mundo hay proyectos similares que están recuperando lugares y especies.
Resurrección:
Una de las historias que más han emocionado a Carroll es la del Parque Nacional Gorongosa en Mozambique que, como suele pasar con las experiencias inspiradoras, empieza con una gran pérdida: la de su vida silvestre debido a una de las guerras civiles más largas, brutales y destructivas de las últimas décadas (1977-1992).
Pero la paz eventualmente trajo el interés por recuperar lo que varios llamaron "el paraíso perdido" de Gorongosa.
Hoy en día, como bellamente lo dijo un artículo de la revista National Geographic, "se puede ver la naturaleza dando un suspiro de alivio".
"El proyecto lleva poco más de 15 años y uno se queda aterrado de que las cosas puedan recuperarse a esa velocidad", exclama, en conversación con BBC Mundo, Carroll.
"Compruebas que si le das la oportunidad, la naturaleza es muy resiliente", asegura.
"No es que no sea realista... ¡soy un científico: yo creo en datos empíricos!".
Una vez que los tiene, hace un esfuerzo por encontrar y difundir luces al final del túnel.
"Gran parte de la historia humana es acerca de la superación de retos. Para eso tienes que valerte de energía y visión; el pesimismo es una profecía autocumplida y a muchos nos preocupa que la gente se dé por vencida.
"No es el momento de darse por vencido, es el momento de redoblar nuestros esfuerzos y preguntarse 'qué se puede hacer' una y otra vez.
"Hay que enfocarse en la labor, no en la desesperación".
BBC
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