lunes, 2 de octubre de 2017

Marcahuasi

A más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, cual fortaleza de piedra cuya alma se mantiene eterna a través de los siglos, se alza la enigmática meseta de Marcahuasi, pobremente estudiada salvo las invalorables iniciativas de Pedro Astete y, de manera especial, del Dr. Daniel Ruzo, quien sería el portavoz oficial de la existencia de aquellos templos de piedra en el ande peruano y aún ocultando al profano sus más recónditos secretos.
Se presume que estuvo habitada entre los años 800 y 1.476 d.C. por las culturas Yunga y Yauyo, hasta el arribo hostil de ejércitos incas. La existencia de cavernas en la meseta, que conectarían con un hipotético mundo subterráneo, se rastrean desde las primeras pesquisas que procuraban develar el misterio.
Pedro Astete habría sido el primero al menos de quien tenemos noticia en inquietar las oquedades de Marcahuasi. Supuestamente, en algún lugar de esta meseta que ocupa cerca de 4 Km. cuadrados de superficie, halló una caverna, en cuyas profundidades se topó con pergaminos que mostraban una escritura muy antigua. Nadie sabe exactamente qué caverna vio Astete, y aún menos el paradero de los escritos que se hallarían en ella.
En las experiencias de contacto de la Misión Rahma se sostenía que supervivientes de la Atlántida habrían ocultado sus archivos de conocimiento en diversos puntos de Sudamérica, en especial aquellos que comprometen la cordillera de los Andes y la selva amazónica. Marcahuasi sería uno de aquellos enclaves secretos.

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