La aparición de estos (vórtices planetarios) ya había sido predicha a mediados del siglo XIX por el físico matemático James Clerk Maxwell, cuyas ecuaciones pusieron la piedra angular de la primera teoría unificada de las fuerzas naturales. El electromagnetismo, su teoría supuso un paso ineludible en el camino que condujo a la física moderna: la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, de Planck, Heisenberg y Schrodinger. Sus postulados fueron propuestos por los científicos más notables de la época, y muy poco dados a especulaciones paracientíficas como Helmholtz, Lord Kelvin, Faraday y el propio Maxwell. Estos pioneros llegaron a la conclusion de que nuestra realidad tridimensional no es sino la parte accesible para nosotros (seres tridimensionales) de un universo de más dimensiones, y que en la interacción entre esas otras dimensiones y las tres que constituyen el mundo material de nuestra experiencia se encontraría el secreto de muchos fenomenos hasta ahora inexplicables, e incluso la clave de la aparición de la vida sobre nuestro planeta.
Los padres de la física hiperdimensional llenaron pizarras con interminables cálculos, desarrollaron ingeniosos modelos cosmológicos y levantaron un verdadero edificio de relaciones matemáticas y geométricas. Las mismas que más tarde aparecerian en un lugar tan insospechado como la superficie de Marte. Sabían que, en determinadas circunstancias, tendría que existir un flujo de energía de esas otras dimensiones hacia la nuestra. Concretamente, afirmaban que un sistema giratorio de un espacio de cuatro dimensiones haría surgir una serie de vórtices de energía al ser proyectado en un espacio de tres dimensiones como el nuestro. Ese fenomeno se produciría, según sus cálculos matemáticos, a 19.5 grados de ecuador. Sin embargo, lo novedoso de la idea la hizo blanco de numerosos ataques y terminó cayendo en el cajón del olvido científico. Son célebres, en este sentido, los adjetivos descalificadores "místicos" y "obra del diablo" que el físico Oliver Heaviside dedicó a estos trabajos de Maxwell por tratar con conceptos hiperdimensionales.
Sin embargo, a medidos de la década de los 60, un hallazgo astronómico aparentemente irrelevante vino a apoyar los planteamientos de aquellos pioneros de la fisica del siglo XX. Las observaciones que se realizaron a través de los primeros espectrografos demostraron que el planeta Júpiter desprende una "radiación infrarroja anómala" esto es, emite mucha más energía de la que recibe del sol. Posteriormente, las ondas Pioneer y Voyager pusieron de manifiesto que el mismo fenómeno inexplicable se repetía en Saturno, Urano y Neptuno. Esto constituía una anomalía cósmica de primer orden. Si la cantidad de radiación emitida al espacio por estos planetas es muy superior a la que corresponderia a la suma del calor interno y al que reciben del Sol, entonces, ¿de dónde procedía esa energia adicional? Para la Física Hiperdimensional la respuesta es que la combinación entre la masa de los planetas y su momento angular (la energía de su desplazamiento alrededor del sol) genera un punto de contacto con otras dimensiones, a través del cual se produce una transferencia de energía. Esto se puede cuantificar a través de la formula L = mr 2, en la que "L" es la energia resultante, "m" la masa y "r" el momento angular. Dicho llanamente: recibimos aportaciones energéticas de otras dimensiones inaccesibles a nuestra experiencia tridimensional, y el propio sistema solar funciona como un mecanismo que genera los portales interdimensionales a través de los cuales penetra dicha energía.
Los parametros físicos y matemáticos requeridos para esta transferencia de energía e información procedentes de un hipotético espacio n-dimensional (donde n es un número indeterminado) fueron establecidas en su momento por personalidades científicas del siglo XIX de la talla del matemático alemán Georg Riemann, el físico escocés Sir William Thompson, el ya citado Maxwell y el matemático británico Sir William Rowan Hamilton. Fue concretamente el matemático Arthur Cayley quien estableció las relaciones geométricas interdimensionales que aparecen, no sólo en la llanura de Cydonia, sino también en la geometría sagrada que durante milenios ha acompaniado a las prácticas esotéricas más diversas y ha regido la configuracion formal de las construcciones de la arquitectura sagrada.
No obstante, hay una objeción legítima que hacer. Est´´a muy bien que exista una física hiperdimensional asociada a la mecánica celeste, pero ¿no hay algo más actual, más tangible, que pueda confirmarnos que estamos ante un indicio que pueda conducirnos a la antigua ciencia de los dioses? Fusión fría Entre el 6 y el 9 de diciembre de 1993 tuvo lugar la cuarta conferencia de fusión fría en Maui, Hawai, muy cerca del paralelo 19,5. Científicos de todo el mundo se habían reunido para tratar lo que podía ser el mayor hallazgo de la historia. Se presentaron mas de 150 ponencias del más alto nivel y asistieron los padres de esta disciplina: Stanley Pons y Martin Fleischmann, que habían acudido desde el laboratorio que en Niza ha montado para ellos Technova, una subsidiaria de Toyota. La conferencia de Maui fue el ultimo gran acontecimiento en el campo de la fusión fría, marginado por la ciencia oficial.
A pesar de que en todo el planeta existen equipos de investigacion que continúan trabajando sobre este tema, su labor sólo es recogida por revistas especializadas como Infinite Energy. Aquellos que, a pesar de la postura oficial al respecto se deciden a investigar el tema, se ven acosados por sus antiguos colegas. ¿Por qué esta persecución?. Los origenes de la fusión fría se encuentran en los trabajos de Pons y Flrischman, que el 23 de marzo de 1989 convocaron una rueda de presa en la universidad de Utah, para realizar un asombroso anuncio. Según habían comprobado repetidas veces, la electrólisis de agua pesada empleando electrodos de platino y paladio tenía como resultado una producción de energía calorífica mayor que la correspondiente a la electricidad utilizada. Si se encontraba una forma de aprovechar este calor adicional, habrían encontrado una fuente inagotable y gratuita de energia.
El informe levantó una encendida polemica. El 1 de mayo de1989 la American Physical Society dio carpetazo a todo el asunto catalogándolo de mera "superchería científica". Sin embargo, esto no desalentó a decenas de investigadores que, patrocinados por empresas multinacionales como Toshiba, Hitachi, Toyota, Exxon o Carterpillar, más interesadas en los resultados económicos que en los prejuicios científicos, continúan trabajando en este terreno. Los experimentos originales han sido reproducidos, incluso mejorados, en incontables ocasiones, pero nadie ha sido capaz de dar el paso definitivo en la explicación del fenómeno. Técnicos competentes, con amplia experiencia, se desesperan al comprobar como el mismo experimento, idéntico hasta el minimo detalle, arroja resultados diferentes cada vez que se realiza. A veces no sucede nada en absoluto; en cambio, la producción de calor es intensísima. Para añadir confusión, se ha comprobado que determinadas frecuencias acústicas actúan de catalizador de estas reacciones.
Tal vez, los antiguos alquimistas (depositarios a fin de cuentas de los vestigios de la antigua ciencia) pudieran aportar algo de luz a los trabajos de sus modernos seguidores. Ellos sabían bien que determinados momentos astrológicos eran más propicios que otros a la hora de llevar a cabo sus operaciones. Bajo el prisma de la física moderna esto es una insensatez, pero considerado bajo la física hiperdimensional todo adquiere un sentido muy claro, ya que es precisamente el curso de los planetas el que marca la pauta de transferencia de energía entre las dimensiones; posiblemente esa misma energía que se detecta en los recipientes de la fusión fría, pero que nadie acierta a explicar de dónde proviene. Por otro lado, resulta curioso que tanto el paladio como el platino y el aluminio (empleado también en los experimentos de fusión fría) tengan una estructura cristalina en forma de tetraedro y sus átomos se organicen formando esta misma figura geométrica, clave en las fórmulas de la física hiperdimencional.
Es muy probable que estos exploradores en el campo de la fusión fría estén redescubriendo algunos de los secretos que ya conocían los antiguos alquimistas y puede que alguien haya llegado un poco más lejos, aunque amparado en las sombras de un impenetrable secreto. Es posible que estemos otorgando atributos de máxima novedad a algo que determinados grupos podrían haber conocido y desarrollado en secreto desde hace años.
En la comunidad de los estudiosos de las conspiraciones hace tiempo que existe una creencia muy extendida respecto a la existencia de un "gran secreto" que explicaría numerosos casos de encubrimiento en los cuales aparece involucrado el gobierno estadounidense. La mayor parte de estos estudiosos opina que este secreto podría estar relacionado con los aparatos que incesantemente vienen avistándose en nuestros cielos, desde que en 1947 comenzara a hablarse de "platillo volantes". Pero existe otro sector que, afinando un poco más, opina que tras este muro de silencio se oculta toda una nueva rama de la ciencia, cuyo desarrollo tecnológico durante los ultimos 50 años se habría escamoteado a la opinión pública. La física hiperdimensional podría muy bien ser esa ciencia.
Aquí podría encontrarse la explicación al interés, por supuesto extraoficial, que departamentos gubernamentales de varios países han mostrado por los trabajos del heterodoxo y genial inventor Nicola Tesla, plenamente convencido de la existencia de otras dimensiones y de nuestra capacidad para contactar con ellas. También se explicaría la implacable persecución que sufrió en vida otro inventor genial, el psicólogo Wilhelm Reich, cuyo trabajo ha sido sistemáticamente sometido a campañas de desprestigio por un organismo con tan pocas atribuciones en el campo cieníifico como el FBI. ¿Por qué mereció un acoso tan cruel un hombre, Reich, que afirmaba haber descubierto una fuente de energía libre (orgón), a la cual accedía a través de unos "generadores" en los cuales una serie de formas geométricas (asociadas al tetraedro) tenían vital importancia?
En la misma línea, la existencia de un desarrollo tecnológico tan secreto como apartado de la ciencia convencional explicaría que en el seno de las altas esferas militares se produzcan casos como el de famoso Experimento Filadelfia o el HAARP (un proyecto ultra secreto para controlar el clima con fines militares), pasando por las misteriosas actividades que se desarrollan en la mítica Área 51. También quedaría explicada de esta manera la serie de incongruencias y ocultaciones en las que lleva años incurriendo la NASA en lo tocante al tema de Cydonia, o el súbito interés que la Ballistic Missile Defense Organization, dependiente del Pentágono, ha mostrado por la exploración de nuestro satélite, donde según Hoagland podría haber señales parecidas a las dejadas en Marte.
Pero, ¿por qué suprimir una tecnología que podría suponer el inicio de una edad de oro para la humanidad? Aquí ya no estamos hablando de mantener una ventaja estratégica sobre un potencial enemigo o de oscuros intereses económicos asociados a las grandes compañías petroleras. Lo que está en juego en este tema es algo aún más importante. Con una fuente de energía virtualmente gratuita y sin contar con otras insospechadas aplicaciones que pudiera tener la tecnología hiperdimencional (viajes espaciales, transmutación de los elementos, control del clima, etc.) nos encontraríamos ante un cambio radical de toda la estructura social y política a escala mundial.
La energía libre haría que prácticamente cualquier producto de los que adquirimos habitualmente tuviera un precio irrisorio. El sistema económico mundial se derrumbaría bajo el peso de toneladas de oro producido en el laboratorio y que ya no tendria ningún valor. Conceptos como riqueza, pobreza o propiedad se convertirian en meros recursos retóricos, sin ninguna realidad social que los respaldase. Se abriría una época de caos, pero también de esperanza. El poder económico y político caería por su propio peso, despojándolos de los mecanismos que lo sustentan y que pueden resumirse en una breve frase: "la capacidad de administrar unos bienes escasos". Al fin y al cabo, esta es la razon profunda por la cual en un mundo con 1000 millones de hambrientos crónicos y decenas de muertos anuales por inanición se destruyen alimentos, o se suprimen cultivos. La sociedad de la abundancia, como la del pleno empleo, son incompatibles con el sistema.
Sin embargo, si estamos ante un momento en el cual la misma dinámica interdimencional del universo determina un asalto cualitativo en la evolución, no habrá manera de impedir el cambio. Conocedor de los datos que acabamos de exponer, el norteamericano David M. Jinks los ha estudiado cuidadosamente y ha elaborado una impresionante teoría, expuesta en su revelador libro The monkey and the tetrahedron (Glass Moon Press, Seattle, 1999). Jinks llega a una sorprendente conclusión: los periodos de actividad hiperdimensional están intimamente ligados al ser humano y, en la actualidad, estamos a punto de acceder a uno de esos saltos evolutivos. Su argumentación no puede ser más racional. La práctica totalidad de los textos espirituales, antiguos o modernos, insisten en la importancia del amor como llave que abre las puertas de la evolucián humana.
El amor es un flujo completamente libre y sin restricciones de informacián, que puede tomar la forma de palabras, pensamientos o pura energía. En un mundo donde la aceptación incondicional fuera la regla, la energía en todas sus formas fluiria coherentemente sin ningún tipo de resistencia. El amor, descrito de esta manera, sería el estado ideal para la transmisión de la energía. Ahora, consideremos este concepto en términos de física hiperdimensional.
En el punto más alto de uno de estos periodos en los cuales la transmisión de energía desde otras dimensiones crece considerablemente, cuando la geometría del sistema está perfectamente alineada para permitir el flujo de información procedente de dimensiones superiores hacia nuestra realidad, ¿qué sucede? Básicamente, que aquellos sistemas que estén dispuestos a aceptar sin resistencia el flujo energético que les llegue se verán positivamente transformados por éste, mientras que aquellos que opongan resistencia al nuevo patrón de vibraciones sufrirán una serie de consecuencias adversas. Pues bien, a través de las predicciones de la física hiperdimensional. Jinks nos dice que esos periodos de máxima transferencia se dan cíclicamente y vienen a coincidir con aquellos momentos en los cuales se producen grandes convulsiones evolutivas en nuestro planeta, con extinciones en masa de ciertas especies y la aparición de otras.
Lo más inquietante es que todos los datos parecen indicar que ahora nos encontramos inmersos en uno de esos momentos. Es de justicia dejar constancia de que estos grandes ciclos ya fueron descritos con precisión por cosmogonías tan alejadas entre sí como la Maya, la Hindú o la de los indios Hopi norteamericanos, que coinciden en situar en la actualidad uno de estos periodos. Pero, además, existen pruebas objetivas que vienen a confirmar la veracidad de estas antiguas profecías. Una es la llamada resonancia de Schumann, que consiste en una serie de ondas estacionarias de la ionósfera terrestre. La existencia de estas ondas fue propuesta por el físico aleman. W.O. Schumann en 1952. Simplificando mucho, estas ondas pueden ser descritas como la resonancia electromagnéticas del planeta. Es decir, se puede pensar en esta frecuencia como en el pulso vibratorio de la Tierra: un patrón electromagnético que afecta a todos sus habitantes. Este patrón vibratorio es extraordinariamente estable y comprende un rango de frecuencia de 7, 8, 14, 20, 26, 33, 29 y 45 Hz.
La constancia de la resonancia de Schumann es tal que las comunicaciones militares de todo el mundo se han establecido en base a ella. Pero en 1987, sin razón aparente, el pulso del planeta comenzó a incrementarse. Según observaciones realizadas en el Instituto de Meteorología y Geofísica de la universidad de Frankfurt y por la universidad de Alaska, en 1994 ese latido estable de 7,8 ciclos por segundo había aumentado casi un 11% alcanzando los 8.6 Hz. En noviembre de 1996 ese incremento era aun mayor y la habitual estabilidad de esta constante se había perdido, viéndose sometido este ritmo natural a imprevisibles fluctuaciones. Se trata de un hecho alarmante, no sólo porque algo considerado hasta ahora como constante ha dejado de ser fiable, sino porque se trata de un fenómeno inexplicable, por más que los informes oficiales se afirme que es "consistente con las teorías aceptadas" Se cree que la vibración se volverá a estabilizar cuando alcance los 13 Hz, el número siguiente en la serie de Fibonacci, una progresión numérica muy significativa para la física hiperdimensional.
¿Qué podría significar todo esto? Básicamente, que un flujo de energía de origen desconocido no sólo está penetrando en nuestro planeta, sino haciendo subir su patrón vibratorio y, con éste, el de todo lo que el planeta contiene, incluidos sus habitantes. El calentamiento del globo, el agujero de la capa de ozono o el inexplicable fenómeno al que se enfrentan psicólogos de todo el mundo al comprobar como los coeficientes intelectuales de los niños nacidos recientemente crecen por encima de la media, sin que haya causa aparente para ello, pueden ser otros síntomas de que un flujo de energía-información está comenzando a transformar nuestro planeta. De nuestra capacidad para vibrar en armonía con él puede depender nuestra supervivencia o el que venga a sustituirnos una especie que encaje mejor con el nuevo patrón.
A pesar de la incomprensión, cuando no el abierto acoso por parte de las instituciones académicas oficiales, decenas de personas trabajan actualmente para abrir caminos en un campo que podría conducir a la humanidad hacia la tan anhelada edad de oro. En un momento en el cual la tecnología y la ciencia en que se basa parecen estar a punto de tocar techo, tal vez haya llegado el momento, querámoslo o no, de que la humanidad experimente un salto evolutivo que la conduzca a nuevas formas de organización social, política y económica. De ser así, lo más apropiado sería que lo hiciéramos voluntariamente para evitar que la transición resulte dolorosa y traumática. En este contexto, es comprensible que el poder establecido esté dispuesto a todo para evitar que este conocimiento trascienda, porque acarrearía la crisis definitiva de la actual cultura y el nacimiento de otra forma de pensar y de vivir, en cuyo marco no habría espacio para el sistema vigente, vertebrado sobre el trabajo remunerado. El reino de la necesidad daría paso a un reino de libertad sin precedentes. Pero en este caso, quienes actualmente ostentan el privilegio del poder, lo perderían.Tomado de la Revista Año Cero (XII/01)
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