lunes, 27 de julio de 2015

"Seguir las huellas"


Cuando estés dentro de tu alma, esto es, cuando tengas la fe suficiente como
para buscar los caminos, te convertirás entonces en un pescador de hombres.
Hombres que serán células, o miembros del mismo cuerpo espiritual al que tú
perteneces.

En la medida en que ese cuerpo vaya creciendo, tú irás creciendo en él.
Entonces tú serás parte del Alma Suprema que Dios ha establecido para "EL
HOMBRE"

Pero tú no puedes escalar un nivel sin antes haber abandonado el anterior.
Mientras tú estés arraígado a las normas, principios y costumbres que
durante
toda tu vida han obrado sobre ti y te han gobernado, no podrás dar ni un
solo un paso. No entenderás ni podrás ver la luz.
Ante tus ojos habrá un velo. Un velo que será como una venda invisible que
no
te permitirá entender hacia donde te diriges, ni qué es lo que estás
haciendo, ni qué
es lo que estás buscando realmente.

Es necesario que esa venda sea removida para que tú puedas ver con claridad
cuál es el camino a seguir.
Y entonces, aparecerán las huellas inconfundibles de la luz suprema del
Divino Maestro. Del escogido, del señalado por Dios para mostrarte el
camino.

Con cada pisada que tú vayas dando dentro de las pisadas de él, irás
acercándote, cada vez más, a la luz luminosa que será cada vez más radiante.
Verás con más claridad todo lo que se encuentra allí. Tu alma entrará en el
reposo absoluto, en el día del reposo de Dios.
Un reposo que no es un día material y físico como el humano lo ve; sino un
día de reposo en el Espíritu del Alma Suprema.

Un día donde tu espíritu reposará confortado porque se habrá terminado el
trabajo para ti, porque quien trabajará en ti será Dios

El Espíritu Santo de Dios será quien te guiará.

Echa tus redes al viento. Lanza la palabra y lanza tu ejemplo, pero más que
la palabra, lo que podrá pescar hombres será tu conducta, tu manera de ser,
la manifestación que tengas con relación a tus semejantes.

Eso hará que los que estén a tu lado puedan ver en ti un trozo de la luz,
una
chispa de la luz ardiente que señala el camino hacia las alturas del
Espíritu
Santo
de Dios.

Síguela, síguela y no abandones el camino.
Síguela cueste lo que cueste.
Hagas lo que hagas siempre encontrarás la fuerza suficiente y la luz
necesaria
para poder mirar y comprender donde has de poner tus pies.

¿Y dónde empieza esa fe?

Esa fe empieza en el momento en que encuentras el lucero de la mañana.

En el momento en que te puedas dar cuenta de todo lo que está sucediendo,
porque ves las huellas de los ejemplos que han sido dejados antes que tú.
Los ejemplos de los hombres de luz que caminaron por la misma senda.

En sus palabras, en sus ejemplos, en su conducta, tendrás la visión de las
nuevas cumbres.
Cada cumbre será un monte que tendrás que escalar.

Pero no te quedes en las laderas como los que temen el encuentro con Dios.
Sube, sube a la empinada cima y allá, en las alturas del Espíritu,
escucharás
la voz suprema que te dirá las palabras que quieres escuchar, diciéndote:
Ven
Hijo mío.

Todo esto lo podrás encontrar cuando abras tu corazón al Alma Suprema que
vive
en Dios.

Salvador Levy

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