domingo, 12 de diciembre de 2010

Los Laberintos: Símbolos del Alma



Todos los pueblos, a pesar de sus diferencias, han recurrido al símbolo del Laberinto, pues éste apela a experiencias comunes y posee un significado subconsciente al que no están ajenos razas ni culturas. Esto ha quedado demostrado por el empleo del mismo símbolo básico en múltiples formas a lo largo de los siglos: ritos de fertilidad, ritos funerarios, complemento religioso, trazado de jardinería y diseño decorativo.
El Laberinto es un símbolo de gran fuerza en todo el Mundo, y el origen de la fascinación humana por él se ha perdido en la noche de los tiempos. Los primeros conocidos se encuentran en la cuenca del Mediterráneo, sobre todo en Europa. La palabra “laberinto” de origen griego, alude al mito del Minotauro (mitad hombre mitad toro) y Dédalo (hoy el arqueólogo -Arthur John Evans- afirman que esa leyenda se explicaría por el Palacio de Cnosos, que con sus tres pisos y cientos de habitaciones era un verdadero laberinto, donde además vivía el Rey Minos).
Los laberintos más antiguos se hallaron en la península Ibérica (Pontevedra) y datan del período del 900 AC al 500 AC y los de Val Calmónica (Italia) entre el 750 AC y el 550 AC. También se ha encontrado el símbolo del Laberinto en tejas, vasijas, tablillas, monedas, etc. e incluso en diseños de mosaicos. Con el tiempo se han diseminado por todo el Planeta (India, África y América).
Para muchos estudiosos del tema, el Laberinto representa un juego o un acertijo; dado que los laberintos parecen tener más de 5.000 años de antigüedad, descubrir las formas y significado no es tarea fácil.
Pero está claro que el símbolo del laberinto guardaba estrecha relación con la muerte, como lo atestiguan los hallados en la Tumba de Perabsen y Luzzanas en Cerdeña y en algunas tumbas egipcias.
Es posible que los laberintos fueran mapas del más allá, pero de igual forma podrían haber simbolizado la Reencarnación, pues En la lejana Isla de Malekula (Nuevas Hébridas), hubo un laberinto trazado en la arena, llamado “el camino”. El espíritu de todo hombre difunto tenía que recorrer este camino a la tierra de los muertos, y en él encontrar al espíritu guardián; cuando un alma se aproximaba, su protectora borraba parte del camino, obligando al espíritu a recomponer el itinerario para continuar su viaje y renacer a una nueva vida.
El escritor, escultor y pintor Michael Ayrton (1921-1975) que dedicó varios años a reconstruir el Laberinto de Creta en las montañas Catskill (Estado de Nueva York) nos dice: “toda vida humana es un laberinto, en cuyo centro está la muerte e incluso después de la muerte es posible que haya que atravesar un nuevo y definitivo laberinto antes de que todo haya terminado”.
También los laberintos sirvieron para realizar rituales de fertilidad, en Finlandia y Suecia existen varios laberintos de piedra, relacionados con el retorno de la fertilidad en Primavera, allí los jóvenes debían ingresar con el fin de rescatar a una joven muchacha aprisionada en el centro (danzas de la virgen).
En algunas épocas y lugares los laberintos eran talismanes de buena suerte. Los cristianos adoptaron el laberinto transformándolo en el difícil camino a la salvación y recorrerlos ayuda a los peregrinos a meditar sobre los ideales cristianos. Aparecen en Iglesias y Catedrales góticas, como por ejemplo el que está en la Parroquia de San Quintín en Francia, mide 10.5 metros de diámetro y los peregrinos debían atravesarlo antes de pasar a la nave central.
Una inscripción en latín grabada en un laberinto hallado en la Catedral de Lucca (Italia) dice: “Este es el laberinto que construyó Dédalo, del que nadie logró salir una vez que hubo entrado, a excepción de Teseo. Y tampoco él lo hubiera conseguido de no haber contado con el hilo que Ariadna le entregó por Amor”.
(Extractado del “Atlas de lo extraordinario y misterioso”).

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