Karol Wojtyla (Juan Pablo II) caracterizó su Pontificado por una serie de pedidos de perdón por los errores y culpas de exponentes de la Iglesia Católica, desde el esclavismo a las cruzadas, de la pasividad ante el holocausto a los obstáculos para la realización de las mujeres pasando por la persecución de los disidentes.
Estas iniciativas inéditas le generaron críticas y también reconocimiento en el interior y fuera del marco de la Iglesia Católica.
Pero pedir perdón para Karol Wojtyla no era una debilidad sino una necesidad para eliminar, de la conciencia personal y colectiva, todas las formas del rencor y las violencias dejadas como herencia del pasado y promover la reconciliación en la verdad, la justicia y la caridad.
La idea, que habría confluido en el solemne mea culpa por los pecados de la iglesia, pronunciado en San Pedro durante el jubileo del 2000, estuvo presente ya desde los primeros años de su Pontificado. En los años 80, al participar en un encuentro con representantes de otras iglesias, Karol Wojtyla recordó con contrición “las culpas de los hombres que nos llevaron a esta infeliz división de los cristianos”.
En 1985, en África pidió perdón por el esclavismo que destruyó la vida de decenas de miles de personas, practicado por naciones cristianas, y en 1991, con frases que le ganaron el afecto de muchos judíos, pidió sin vacilaciones “perdón por la pasividad” frente a las persecuciones y el Holocausto.
En 1992 hizo un mea culpa en América Latina por los sufrimientos provocados por la colonización.
El último mea culpa del Pontificado fue el 22 de junio del 2003 en Banja Luka, y estuvo referido a los crímenes cometidos por los católicos y eclesiásticos durante los enfrentamientos étnicos en Bosnia Herzegovina.
Recordemos todos en estos momentos al Papa Wojtyla, y dejando de lado nuestras opiniones, sepamos distinguir a un hombre que ha marcado la historia de la humanidad, con su ejemplo de perdón.
Extractado de Diario “El País”.
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