En 1865, el científico alemán Hermann Richter propuso que el principio de la vida en la Tierra se debió a algún tipo de migración biológica de origen extraterrestre. Años más tarde, el químico Svante August Arrhenius utilizó el término "panspermia" para explicar el proceso de la llegada a nuestro planeta de partículas biológicas procedentes del espacio exterior. Una hipótesis que cobró fuerza cuando le concedieron el Premio Nobel de Química en 1903 por su aportación en el campo de las propiedades conductoras de las disoluciones electrolíticas.
¿Pudieron los restos de un meteorito o un planeta colapsado fecundar nuestro planeta hace millones de años para dar origen a la vida?
Según dicha suposición, la aproximación de un cometa, o incluso el impacto de algún meteorito durante el eón Hádico o Arcaico terrestre (entre 4.567 millones y 4.000 millones de años), habría conducido hasta nuestra pequeña esfera azul los microorganismos necesarios para que, en simbiosis con las condiciones naturales del medio ambiente, se produjera la reacción idónea para el desarrollo de la vida. Puede que, por aquel entonces, algunos planetas de la galaxia, incluso de nuestro sistema solar, albergaran partículas biológicas en su geosfera. Muchos de ellos contendrían agua, su atmósfera no sería demasiado densa y además podrían haber estado habitados por seres inteligentes. Mientras nuestro astro empezaba a gatear por el vacío sideral, algunos de esos planetas llegarían a colapsar, expulsando a la galaxia trozos de su corteza, los cuales alcanzaron nuestro mundo para fecundarlo.
No obstante, podemos estar seguros de que la mayoría de estos elementos surgieron de la nucleosíntesis primordial, el principio del tiempo. O, lo que es lo mismo, el instante justo después del Big Bang, por lo que al final, nos guste o no, quizás tan solo seamos polvo de estrellas. Y puede que esa sea la razón por la que, de algún modo, cuando miramos al cielo, podemos intuir que nuestro verdadero hogar no está aquí, sino allá arriba, entre las estrellas, puesto que una vez fuimos parte de ellas… y lo volveremos a ser.
Si realmente el firmamento está plagado de asteroides y cometas que se están dedicando a sembrar la vida en todos los rincones del universo, los seres humanos no podemos ser los únicos habitantes del cosmos, y la Tierra no puede ser el único planeta capaz de hospedar seres vivientes, puesto que en realidad la inmensa mayoría de los cuerpos celestes estarían involucrados en una especie de danza de la creación. La galaxia entonces pasaría a ser semejante a una enorme pradera en la cual miles de planetas, como flores, esperan pacientemente a ser polinizados por meteoritos, cometas o corrientes cósmicas que los conviertan en ese fruto que nosotros llamamos vida y que posiblemente sea la razón de ser del universo.
continuará
añocero
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