miércoles, 25 de agosto de 2021

EL RESPETO A LA MADRE TIERRA

 


 

¿Qué pasaría si de repente alguien entra a nuestro hogar sin nuestro consentimiento, y va a la cocina, abre la nevera, saca lo que le apetece y después, se tira en el sofá a ver televisión y a escuchar el estéreo a todo volumen?

No nos gustaría, ¿verdad? Pues esa es muchas veces nuestra actitud frente a la naturaleza cuando vamos a visitarla en parques o zonas rurales de nuestros países. Llegamos a ella y sin importamos entramos, sin pedir ni siquiera permiso al guardián del lugar. Sí, al guardián, ya que cada lugar tiene su vigilante o custodio invisible ante nuestros ojos o inclusive se representa en determinadas oportunidades por medio de alguno de los animales, pudiendo ser una ave o un cocodrilo o cualquier otra especie.

Pero no solamente demostramos nuestra inconciencia de esta forma; también la expresamos cada vez que el ser humano en su afán de resolver los conflictos de una forma armamentista, detona una bomba de gran poder (como las que se vieron en la Operation Iraqui Freedom o en los ensayos franceses en el océano Pacífico) sin importarnos las heridas que le podamos causar a la Madre, a nuestra amada Merla, que se resiente en cada uno de los miserables golpes con que le atinamos. Y después los muy civilizados dicen que no hay cosa más fea que pegarle a la mamá. ¿Muy civilizados o muy hipócritas?

"No mataréis ni bestia ni Hombre, ni aun el alimento que pasa por vuestra boca,
Porque matando el alimento, no obtenéis de él vida, sino muerte, y contraéis una deuda que habréis de pagar en cumplimiento de la Ley
Con el reino animal que es hermano del vuestro
Así, habréis de derramar la sangre humana en guerras y en luchas fraticidas
Así, como derramáis su sangre en vuestros mataderos..."

Aparte de Evolución, Camino al Infinito


Este aparte nos muestra a las claras que todos vivimos relacionados, que no somos entes separados y que son nuestras propias e inconscientes acciones las que nos llevan a sufrir las consecuencias de dolor, de las cuales luego nos preguntamos "¿por qué a mí?", olvidando las Leyes, como la Ley de Causa y Efecto.

Pero el efecto de estos artefactos explotando en la superficie, también trae graves consecuencias a la atmósfera con sus gases y humaredas, pero aun más, al interior, que hoy ya sabemos es hueco en algunas zonas y en donde conviven seres (los Maestros y los sunkies, una raza hermana a la nuestra) que sufre terriblemente ante estas acciones basadas en el miedo, que no es más que sentirse separado del Creador, madre y padre.

Sabias culturas como la Inca, la Maya, así como la Hopi y los egipcios nos han dejado como parte de su legado una referencia de luz que nos habla del respeto a la Madre, de su identificación trina que nos llevaría a convertirnos en Maestres del conocimiento si comenzamos a percibirnos a través de ella misma. Esto es lo que nos dice al respecto, un verdadero Maestro, Alcir:

"Ma es la Tierra, la Madre, el Hogar. La Tierra no es solamente el suelo que pisan, sino también lo que hay abajo del suelo y lo que se halla en los cielos; todo ello forma parte de la estructura planetaria. Hablamos de un concepto antiguo que quedó plasmado en la sabiduría Inca: Janan Pacha, Cay Pacha Ukju Pacha. Los tres mundos del Imperio del Sol. Pues al descomponer de esta forma la palabra Maestro, veremos que significaría Ma es tres, es decir que la Tierra guarda un equilibrio, donde el número tres representa a su vez los tres planos de preparación: el físico, el mental y el espiritual. Seguro se preguntarán qué relación existe en ser un Maestro al servicio del Plan, con lo antes expuesto. Pues un verdadero Maestro conoce y respeta el hábitat que ocupa, en este caso la Tierra. Y al cumplirse esto, el Maestro se funde con su verdadero hogar, el Cosmos. El Maestro es un ser integral, por ello no descuida el trabajo en los tres planos".

El aprender a reconocer esta realidad, ajena a las costumbres, es un paso fundamental para convertirnos en ese ser integral que nos lleva a la maestría de nuestro propio ser interno que como un diamante en bruto espera ser reconocido en su incandescente brillo.



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