viernes, 14 de mayo de 2021

Cuarta dimensión o reino del Alma (2ªparte)

 


 

 La base científica :

Hasta hace algunos años, la existencia de otras dimensiones era cosa de ciencia ficción, mística o charlatanería. Pero desde que se elaboró la teoría de las cuerdas la visión ha cambiado. Según esta perspectiva teórica, el Universo estaría compuesto por cuerdas de energía vibrando, ubicadas en un espacio / tiempo de 6 o 7 dimensiones mas allá de la tercera que conocemos. Estas dimensiones extra estarían compactadas, enrolladas sobre sí mismas y por eso son muy difíciles de observar.

Actualmente, en los laboratorios de física y a través de aceleradores de partículas se busca un método para detectar las trazas de otras dimensiones. Según los últimos informes como el Hunting for higher dimensions, P.Weiss, Science News, Vol. 157, n.8. 2000, no faltaría mucho para que el descubrimiento llegue y nos sorprenda a todos. Ya nos sorprendimos cuando la ciencia demostró que somos en un 99% espacio vacío. ¿Estamos preparados para un nuevo cambio de perspectiva? Y aún mas importante: ¿están nuestros científicos preparados para dicho descubrimiento?

Científicamente, la cuarta dimensión se asocia al tiempo y al espacio. Intangibles, absolutos, inconmensurables. O sea, no susceptibles de ser medidos.

La matemática ayuda a entender lo anterior. En la geometría del espacio, un punto carece de definición, y sólo implica una localización en el plano, por lo tanto representa cero dimensiones. Una sucesión de puntos en una misma dirección, en cambio, representa una recta: si a ésta la segmentamos, tendremos la longitud, la cual nos representa la primera dimensión en el espacio: el largo. Por lo tanto, cuando tenemos un rectángulo o un cuadrado tenemos también largo y alto, o sea, una figura geométrica que representa la segunda dimensión. En cambio, el cuerpo geométrico que caracteriza a nuestra dimensión tiene tres aspectos: largo, alto y ancho o profundidad.

Podemos tomar el siguiente ejemplo: en una hoja de papel apreciamos las tres dimensiones: largo, alto y espesor. Podemos verla y tocarla. ¿Pero qué pasaría si el espesor desaparece? Ya no veríamos la hoja, ni la podríamos tocar. Pasaría a otra dimensión, imperceptible por nuestros sentidos, pero real. Otro ejemplo; a las ondas de radio y televisión tampoco las podemos percibir con nuestros cincos sentidos, pero es obvio que existen o no podríamos escuchar radio ni ver televisión en nuestros aparatos electrónicos. Lo que ocurre es que vibran a una velocidad tan alta y rápida que no podemos detectarlas con nuestros sentidos físicos.

La mejor prueba de que existe un plano donde vibran estas ondas de alta frecuencia es el caso registrado en la primavera de 1942, cuando un joven científico llamado Allan visitó al Dr. Jesup, que trabajaba en la oficina de Investigaciones Navales de los Estados Unidos, por un proyecto que se tituló Philadelphia Project, el cual se mantuvo en el mayor de los secretos. Consistía en un sistema para volver invisibles a los barcos aliados aplicando la teoría de Einstein sobre el Campo Unificado. En opinión del genial científico, podría transportarse un objeto a una distancia considerable de crearse un campo magnético que se volvería fuente de energía. Un año se tardó para poner a punto el novedoso sistema, pero cuando se realizó la primera prueba el 14 de noviembre de 1943, el barco comenzó a desaparecer y a aparecer, como una luz que se apagaba y encendía surgiendo en cada ocasión en un lugar diferente. La tripulación que empezó tomando el proyecto en broma, terminó enloqueciendo hasta desaparecerse completamente, igual que había sucedido con el barco, como sí todos se hubiesen desintegrado o hubiesen pasado a otra dimensión de la que ya no regresaron.

Es algo similar a lo que sucede en el Triángulo de las Bermudas: desintegración molecular para pasar a otro plano de la existencia. Simples cambios de estado o frecuencia vibratoria.
¿Cómo explicar el comportamiento especial de la materia cuando pasa a ese otro espacio-tiempo que es la Cuarta Dimensión Espacial? Para arrojar alguna luz sobre este punto es necesario hablar un poco de lo que significa el mundo fenoménico, o sea la representación que nos hacemos de la realidad en la cual estamos inmersos. Los llamados fenómenos no existen por sí mismos, sino que resultan para un sujeto cuando sus sentidos captan algo, generalmente a través de una imagen. Si consideramos por una parte que los rangos de captación de nuestros sentidos son limitados, y por otra que la naturaleza de la materia/energía es determinante en lo que respecta a su perceptibilidad (no vemos ciertos cristales que nos son transparentes ni percibimos en absoluto las radiaciones electromagnéticas), sería suficiente un cambio de parámetros en el ámbito atómico para que un objeto material deje de ser aprehendido por nuestro aparato perceptor, que incluye de hecho el sentido del tacto. El verdadero problema no radica en la invisibilidad sino en la intangibilidad del objeto que se experimenta.

Aparentemente, la materia en general puede experimentar cambios en su naturaleza mediante la aplicación de campos de energía de orden físico o psíquico. La influencia normal de la mente sobre la materia, por otra parte, está absolutamente reconocida por la ciencia bajo la denominación de “efectos psico-somáticos”, al menos en lo que respecta a la materia viviente.

La cuarta dimensión va mucho más allá de la geometría tridimensional euclidiana que rige nuestro mundo. Más aún si consideramos que en la transición del siglo XIX al XX, escritores como Edwin Abbott y Gustav Theodor Fechner asociaron nuevos mundos posibles a la idea de una Cuarta Dimensión, sugiriendo teorías manejables desde el punto de vista científico. Y es que la búsqueda de la mítica Cuarta Dimensión fue una constante en el siglo XIX y XX. A mediados del siglo XIX, un célebre matemático germano, Riemann, estableció las bases matemáticas para describir un espacio curvo multidimensional. Aunque no se puede precisar lo que se entiende por nuevas dimensiones, se conceptúan como tales las diferentes curvaturas del espacio. Y a partir de este momento, a través del método que se conoce como tensor métrico de Riemann, ya se pueden realizar los cálculos matemáticos para un espacio de cualquier número de dimensiones. Matemáticamente ya no es problema describir un espacio de más de tres dimensiones a través del tensor métrico de Riemann. No se precisa lo que es una nueva dimensión, pero se entienden como tales las superficies curvas a las que no basta con tres coordenadas para describirlas.

La idea quedó en el aire e influyó en la última cuarta parte del siglo XIX sobre el prestigioso profesor de Física y Astronomía de la Universidad de Leipzig, Alemania, Johann Zöllner. Fuera 1877, en Londres y en plena época victoriana, se estaba sometiendo a juicio a un médium procedente de Estados Unidos, Henry Slade, que realizaba demostraciones que dentro del marco de pensamiento tridimensional sólo se podían concebir como ilusionismo y fraude. Pero entraron en defensa del médium una serie de físicos, los más eminentes del mundo. Primero fue Zöllner que escandalizó a la corriente victoriana, especialmente ortodoxa y conservadora, afirmando que lo que era imposible desde una perspectiva tridimensional no lo era para un ámbito que incluyera una cuarta dimensión. Y en ayuda de Zöllner, acudieron científicos y físicos que daban como plausible la idea de una cuarta dimensión: Crookes, el inventor del tubo de rayos catódicos; Weber, quien determinó la relación entre unidades electrostáticas y magnéticas; Thompson, el descubridor del electrón y posterior Premio Nobel, y Rayleigh, investigador de la propagación ondulatoria, que aisló el radón y también Premio Nobel.

Hasta Albert Einstein aceptó, en el siglo XX, la existencia de una Cuarta Coordenada o Cuarta Dimensión, y así lo demuestó en su teoría sobre la Ley de la Relatividad. Definió el tiempo como una Dimensión más porque se dio cuenta que no se podía prescindir de él para determinar la situación de un cuerpo o evento (con comienzo) en el espacio ordinario. Comprendió que el tiempo realmente era una coordenada más, justamente la Cuarta Coordenada, tan inseparable de las otras tres (largo, ancho y alto) que formaba, junto con ellas, lo que él llamó un continuo (inseparable), es decir, una continuidad de cuatro dimensiones, en lo que respecta al espacio. Según esto, la denominada por la ciencia “Cuarta Dimensión”, es decir el tiempo está “aquí” mismo y determina, junto con las tres dimensiones clásicas , largo, ancho y alto, lo que Einstein denominó, tomando el término del matemático lituano Herman Minkowsky, “Continuo Espacio-temporal Tetradimensional” o simplemente espacio-tiempo.

La Cuarta Dimensión Espacial es algo que nos lleva a concebir otra realidad paralela o alterna.
A partir de las llamadas Geometrías no Euclidianas, desarrolladas principalmente durante el siglo IXX por matemáticos como Gauss, Rieman, Lovachebsky y Boliay, se llegó a manejar, al menos teóricamente, no sólo cuatro dimensiones, sino otras dimensiones superiores. Autores modernos como Pedro Ouspensky y Rudy Rucker también han escrito libros enteros sobre el tema.

En la física pre-relativística (newtoniana) se pensaba que nuestro espacio era tridimensional (el tiempo se consideraba independiente del espacio), por lo cual el término “Cuarta Dimensión” realmente no se refería al tiempo como cuarta coordenada, sino a un universo paralelo posible, que ya ha sido tratado teóricamente desde el punto de vista matemático, es decir, a un espacio-tiempo diferente al nuestro pero inmediato o coexistente, donde el problema de las dimensiones debe ser reconsiderado y el tiempo no se correspondería con nuestro tiempo ordinario.

Por lo tanto, la Cuarta Dimensión Espacial o Geométrica nos refiere a otro espacio-tiempo, dentro del cual la materia se volvería invisible e imperceptible para nuestros sentidos comunes. 

Alejandra Bluth Solari

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