miércoles, 6 de enero de 2021

Los tres Reyes Magos

 




Baltasar es un nombre asirio que se extrajo del apelativo de Bel-sar-usur y que viene a significar “el dios Bel protege al rey”; Melchor es una palabra cuya raíz etimológica se ancla en el hebreo (de Melek, que significa oro), y podría interpretarse su nombre como “rey de la luz”; finalmente, Gaspar es una adaptación latina del vocablo hindú Gudnapar... Ahora bien, raíces etimológicas aparte, su personalidad y su origen son de interés para nosotros, no por que recibieran el apelativo de magos. Lo sorprendente radica en su oportunismo, en el modo en que localizaron al niño y, sobre todo, en la misteriosa estrella que les sirvió de “guía” durante varios meses hasta llegar a Belén.

Mateo se queda corto en sus apreciaciones: Nacido, pues, Jesús de Belén de Judá en los días del Rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle”. Y luego agrega: Después de haber oído al Rey se fueron y la estrella que habían visto en oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño”.

Pero ¿de qué parte? En la época de Mateo decir oriente equivale a señalar directamente a Caldea, Persia o Arabia. Los exegetas más osados, como el Dr. Richard Henning, aventuran la hipótesis de que procedieran de Hamadán, una ciudad ubicada al sur del Mar Caspio y que en tiempos pre-cristianos llegó a conocerse como “Ecbatana-de-los-magos, por ser cuna de una estirpe de magos sacerdotes que interpretaban con frecuencia sueños y acontecimientos celestes.


¿Cuándo llegaron?


Otros de los elementos poco claros de las narraciones de los magos (canónicos, apócrifas o pseudohistóricas) radica en el momento de su llegada a Belén. Sobre este punto concreto, resulta paradójico leer en Mateo que los magos preguntan por un niño acabado de nacer (no dice cuanto tiempo) al rey Herodes; y éste, después de sentirse burlado por ellos ordenó: “matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo (Mateo 2, 16-17).

La decisión de Herodes nos advierte de un punto crucial del relato: los magos no llegaron a Belén -tal como afirma la iconografía cristiana- poco después del nacimiento de Jesús, y ni siquiera le vieron en el pesebre. Pues, ¿por qué Herodes habría de sacrificar a niños de 2 años?. Además, si partimos de la base que los magos iniciaron su viaje en Babilonia debieron recorrer la friolera de 1.300 kilómetros para llegar a Belén.

Quizá, cabría especular finalmente, que los magos fueron mucho más que astrólogos, o simples seguidores de una extraordinaria estrella. Quizá actuaron como instructores del nuevo Mesías, al igual que los instructores que tuvo su madre y marcaron para siempre su destino. Quizá su “magia” no era de su época, ni siquiera de éste mundo y pertenecía a una tecnología superior... sólo quizá.

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