martes, 27 de octubre de 2020

Los tres Reyes Magos

 




Baltasar es un nombre asirio que se extrajo del apelativo de Bel-sar-usur y que viene a significar “el dios Bel protege al rey”; Melchor es una palabra cuya raíz etimológica se ancla en el hebreo (de Melek, que significa oro), y podría interpretarse su nombre como “rey de la luz”; finalmente, Gaspar es una adaptación latina del vocablo hindú Gudnapar... Ahora bien, raíces etimológicas aparte, su personalidad y su origen son de interés para nosotros, no por que recibieran el apelativo de magos. Lo sorprendente radica en su oportunismo, en el modo en que localizaron al niño y, sobre todo, en la misteriosa estrella que les sirvió de “guía” durante varios meses hasta llegar a Belén.

Mateo se queda corto en sus apreciaciones: Nacido, pues, Jesús de Belén de Judá en los días del Rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle”. Y luego agrega: Después de haber oído al Rey se fueron y la estrella que habían visto en oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño”.

Pero ¿de qué parte? En la época de Mateo decir oriente equivale a señalar directamente a Caldea, Persia o Arabia. Los exegetas más osados, como el Dr. Richard Henning, aventuran la hipótesis de que procedieran de Hamadán, una ciudad ubicada al sur del Mar Caspio y que en tiempos pre-cristianos llegó a conocerse como “Ecbatana-de-los-magos, por ser cuna de una estirpe de magos sacerdotes que interpretaban con frecuencia sueños y acontecimientos celestes.

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