lunes, 12 de octubre de 2020

La Dama que vino del cielo

 


 


 

En 1938 el sacerdote italiano Federico Lunardi fue enviado por el

Vaticano a predicar en tierras hondureñas. Sin embargo, dedicó la

 mayor parte de su tiempo a investigar la figura de una extraña

mujer voladora.

 

A finales de los años 30 el Vaticano envió a predicar a Honduras al sacerdote italiano Federico Lunardi. Pero el trabajo del sacerdote no se limitó a recorrer las tierras sudamericanas con el evangelio bajo el brazo sino en investigar sobre las antiguas civilizaciones aztecas del lugar. Entre todas sus inquietudes, el interés principal de Lunardi giró en torno a la búsqueda de pruebas empíricas sobre la existencia de una extraña mujer voladora que en la antigua civilización respondía al nombre de Coamizagual. La misteriosa señora era descrita por los ancianos del lugar como una mujer de tez blanca, a quien los indígenas relacionaban con un jaguar y que poseía la capacidad de volar además de diversos poderes.

Lunardi buscó en la selva la llamada
Piedra Grande o Piedra del Tigre, lugar donde se veneraba, supuestamente, a Coamizagual. Venciendo toda adversidad, Lunardi encontró la curiosa piedra, en la que e encontraba labrado un extraño rostro, mitad felino y mitad mujer. Sobre la mujer voladora se han planteado distintas hipótesis a lo largo del tiempo, desde que podría responder a una misteriosa entidad procedente de otras dimensiones a que la misteriosa piedra encontrada por Lunardi podría ser un poderoso artefacto bélico de poderosa tecnología.


En sus viajes por la selva y el valle de Comayagua, Lunardi se encontró con el cerro de Tenampúa, el emplazamiento de una antigua ciudadela destruida por tropas españolas en 1538. Allí el sacerdote italiano encontró una cancha de juego de pelota maya, además de varios templos y palacios. Lunardi excavó en la zona para corroborar la leyenda que hablaba de la existencia de un largo túnel excavado por los mayas que conectaría el cerro con otra ciudad. Sin embargo, el enviado del Vaticano, en sus libro
Honduras Maya, publicado en Tegucigalpa en 1948, denunció el saqueo que sufrió Tenampúa por el arqueólogo estadounidense Samuel Lothrop y sus compañeros entre 1919 y 1935. Se desconoce todavía hoy qué clase de objetos fueron robados y a qué extraña civilización pertenecían. En el emplazamiento Federico Lunardi encontró diversos restos de santuarios con una orientación astronómica relacionada con el culto de estos pueblos arcaicos.

Pablo Villarrubia Mauso, autor del reportaje sobre Lunardi y hallazgos, siguió la ruta del sacerdote acompañado por su amigo Joaquín hasta el Lago Yojoa. En los yacimientos que rodean el lago Lunardi había encontrado seis grandes esculturas labradas en piedra volcánica, expuestas actualmente en el Museo de Antropología e Historia de la ciudad. Entre las piezas que el italiano descubrió se encuentra una representación una enorme cabeza de serpiente atribuida a una representación del dios Quetzalcoatl.

Los ancianos del lugar cuentan sugerentes leyendas sobre túneles subterráneos como el que supuestamente yacía debajo del cerro de Tenampúa y que interconectarían distintas ciudades ancestrales mayas (supuestamente se excavó uno muy extenso entre el departamento de Santa Bárbara y Guatemala). Todavía hoy y a pesar del trabajo realizado por Lunardi, quedan muchas preguntas sin resolver sobre la misteriosa mujer voladora Coamizagual y los túneles secretos construidos por los mayas de forma autónoma o ayudados por alguna extraña civilización desconocida.

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