En 1938 el sacerdote italiano Federico Lunardi fue enviado por el
Vaticano a predicar en tierras hondureñas. Sin embargo, dedicó la
mayor parte de su tiempo a investigar la figura de una extraña
mujer voladora.
A finales de los años 30 el
Vaticano envió a predicar a Honduras al sacerdote italiano Federico
Lunardi. Pero el
trabajo del sacerdote no se limitó a recorrer las tierras
sudamericanas con el evangelio bajo el brazo sino en investigar sobre
las antiguas civilizaciones aztecas del lugar. Entre todas sus
inquietudes, el interés principal de Lunardi giró en torno a la
búsqueda de pruebas empíricas sobre la existencia de una extraña
mujer voladora que
en la antigua civilización respondía al nombre de Coamizagual.
La misteriosa señora era descrita por los ancianos del lugar como
una mujer de tez blanca, a quien los indígenas relacionaban con un
jaguar y que poseía la capacidad de volar además de diversos
poderes.
Lunardi buscó en la selva la llamada Piedra
Grande o Piedra del Tigre,
lugar donde se veneraba, supuestamente, a Coamizagual. Venciendo toda
adversidad, Lunardi encontró la curiosa piedra, en la que e
encontraba labrado un extraño rostro, mitad felino y mitad mujer.
Sobre la mujer voladora se han planteado distintas hipótesis a lo
largo del tiempo, desde que podría responder a una misteriosa
entidad procedente de otras dimensiones a que la misteriosa piedra
encontrada por Lunardi podría ser un poderoso artefacto bélico de
poderosa tecnología.
En sus viajes por la
selva y el valle de Comayagua, Lunardi se encontró con el cerro de
Tenampúa, el emplazamiento de una antigua ciudadela destruida por
tropas españolas en 1538. Allí el sacerdote italiano encontró una
cancha de juego de pelota maya, además de varios templos y palacios.
Lunardi excavó en la zona para corroborar la leyenda que hablaba de
la existencia de un largo túnel excavado por los mayas que
conectaría el cerro con otra ciudad. Sin embargo, el enviado del
Vaticano, en sus libro Honduras
Maya, publicado en
Tegucigalpa en 1948, denunció el saqueo que sufrió Tenampúa por el
arqueólogo estadounidense Samuel Lothrop y sus compañeros entre
1919 y 1935. Se desconoce todavía hoy qué clase de objetos fueron
robados y a qué extraña civilización pertenecían. En el
emplazamiento Federico Lunardi encontró diversos restos de
santuarios con una orientación astronómica relacionada con el culto
de estos pueblos arcaicos.
Pablo
Villarrubia Mauso,
autor del reportaje sobre Lunardi y hallazgos, siguió la ruta del
sacerdote acompañado por su amigo Joaquín hasta el Lago Yojoa. En
los yacimientos que rodean el lago Lunardi había encontrado seis
grandes esculturas labradas en piedra volcánica, expuestas
actualmente en el Museo de Antropología e Historia de la ciudad.
Entre las piezas que el italiano descubrió se encuentra una
representación una enorme cabeza de serpiente atribuida a una
representación del dios Quetzalcoatl.
Los ancianos del
lugar cuentan sugerentes leyendas sobre túneles subterráneos como
el que supuestamente yacía debajo del cerro de Tenampúa y que
interconectarían distintas ciudades ancestrales mayas (supuestamente
se excavó uno muy extenso entre el departamento de Santa Bárbara y
Guatemala). Todavía hoy y a pesar del trabajo realizado por Lunardi,
quedan muchas preguntas sin resolver sobre la misteriosa mujer
voladora Coamizagual y los túneles secretos construidos por los
mayas de forma autónoma o ayudados por alguna extraña civilización
desconocida.
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