La conciencia no es un instrumento. Es nuestro propio ser, el
contexto de nuestras vidas, de la vida misma. La expansión de la
conciencia es la más arriesgada de cuantas empresas se pueden
acometer en este mundo. Ponemos en peligro el statu quo.
Arriesgamos nuestra comodidad. Y si carecemos de los nervios
necesarios para resolver los conflictos consiguientes, ponemos en
peligro nuestra propia salud mental.
Una experiencia mística, por breve que sea, puede confirmar en
su empeño a quienes se sienten atraídos hacia la búsqueda espiritual.
La experiencia directa de un nivel más amplio de la
realidad requiere inexorablemente un cambio en la propia vida.
Podemos andarnos con componendas durante un cierto tiempo, pero
al final nos damos cuenta de que querer seguir en la ambivalencia es
como pretender que la ley de la gravedad sólo tenga aplicación en
algunos casos o en ciertos lugares.
Las experiencias místicas contemporáneas de muchas personas
en diversas partes del mundo se han centrado en los últimos años en
una visión colectiva que crece en intensidad: la sensación de una
transición inminente en la historia humana, una evolución de la
conciencia tan significativa como cualquier otro paso en la larga
cadena de nuestra evolución biológica.
La expansión de la conciencia es la piedra angular del cambio espiritual,
y es la oportunidad que tenemos como humanidad de ver la verdad, que tantas veces se nos ha ocultado. Para eso hay que eliminar el miedo y despertar el Ser Real. Debemos abrir nuestra mente y cambiar nuestra postura rígida en la vida; solo así, lograremos despertar a la Humanidad y llevarla a la 4º Dimensión. ¡Qué así sea!
Hnos. Del Boletín
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