Cuentan que en el Cosmos hay rincones donde habitan monstruos y legendarios agujeros negros que devoran todo a su paso. Dicen que ahí fuera hay tinieblas y grutas de inframundos donde reina la aterradora y poderosa diosa muerte. Pero algunos hablan de dioses brillantes que tuvieron la osadía de introducirse en el estomago de la bestia negra y la vencieron. Su premio es la inmortalidad. Dicen que en las noches de luna creciente una diosa radiante pasea su manto de estrellas por la via de la leche que surgió de sus pechos de montaña. Las abuelas nos han narrado todas sus hazañas. No estaba previsto pero dicen que en el Cielo hay una morada esperándonos y que allí presidiremos el Consejo de los Ángeles. Nadie sabe cuando nos sentaremos en el trono brillante,sólo sabemos que nos espera. Siempre fuimos Hijos del Cielo.
Ha comenzado el tiempo de la Humanidad. La era de la Tierra. Estamos llamados a gobernar el Cosmos y a mantener la armonía celeste que el monstruo amenaza con destruir. La Madre nos envía las luces y sus mensajeros. De vez en cuando baja a la Tierra y nos invita a seguir sus pasos. Una gran señal apareció en el Cielo: una mujer vestida de Sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza (Ap.12,1).Nuestro viaje ha comenzado. Ella nos espera. El tiempo de Maria, de Amaterasu, de Inanna o de Nut no es el tiempo con el que la Humanidad mide. Su tiempo es el del Amor. Y el Amor siempre fue, es y será. El Amor no tiene tiempo. El Amor tiene Luz.
De “Hijos del Cielo” (Las huellas del Cosmos en la cultura Humana) de Cristina Martín Jiménez
martes, 11 de junio de 2019
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