Este San Juan vívelo con magia, es el mejor momento para vivir la transformación que el solsticio de verano nos trae.
Las tribus celtas y germanas celebraban el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras, era la noche del elemento fuego, al que consagraban poderes de adivinación y fuerzas de amor. Con el fuego daban fuerza a la luz solar, la cual perdía fuerza desde estas fechas hasta la llegada del invierno.
La noche de San Juan la celebramos el 23 de junio y surge de cuando se procuró cristianizar esta celebración pagana del solsticio de verano (suele caer en 21 de junio) que por entonces era llamada Litha y se la relacionó con el nacimiento de San Juan Bautista, primo de Jesús y último profeta según el cristianismo.
Juan Bautista fue una especie de preparador en el camino de Cristo, era un líder espiritual que anunció al Mesías para cuando este llegara. Cuando llegó, Juan se hizo a un lado y se apartó de la enseñanza espiritual para que Jesús ocupara su lugar. Juan, el día más largo, debe morir en el solsticio para dar paso a la transformación, dar paso a otra nueva luz.
De hecho, se dice que Salomé lleva en una bandeja de oro (símbolo solar) la cabeza del Bautista al amanecer del 24. Es la muerte del precursor lo que da paso a la nueva era. Por eso el solsticio de verano es tan importante entendido como una transformación metafísica, de uno mismo y del mundo.
La importancia del solsticio de verano es mucho anterior, como hemos visto, a la concepción cristiana. Por ejemplo, en la obra Los mitos griegos de Robert Graves se recoge que "en Atenas las muchachas salían a la luz de la luna llena en el solsticio de verano para recoger rocío para fines sagrados. El festival se llamaba las Herseforias, recolección de rocío."
También en las culturas neolíticas y las celtas posteriormente, tuvieron una particular relación con el solsticio de verano, creyendo que era el momento de unión entre la diosa madre y el dios.
En conjunto, ya sea por la vía cristiana de creencias que supo adaptar el paganismo a sus credos, o ya sea por los cultos paganos, la realidad es que la noche de San Juan no es una noche cualquier, es un momento del año profundamente energético donde el fuego y el agua purifican y transforman al que vive esta festividad. Abren puertas a nuevos momentos.
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