miércoles, 24 de enero de 2018

Nos convertiremos en seres de energía pura

En un tiempo no demasiado lejano, nuestra conciencia podrá ser extraída del cerebro para ser insertada en otro cuerpo, en un ordenador o en un láser que podrá lanzarla a los confines del cosmos. Por tanto, seremos inmortales, no necesitaremos cuerpo físico y tendremos la capacidad de viajar por éste y otros universos paralelos con total libertad.

En «El futuro de nuestra mente» (Debate, 2014) –sobresaliente obra de la que extractamos el presente reportaje–, el prestigioso físico Michio Kaku ahonda en ésta y en otras fascinantes cuestiones.

La idea de que algún día la conciencia pueda expandirse por el universo ha sido considerada en serio por los físicos. Sir Martin Rees, astrónomo real de Gran Bretaña, ha escrito: «Los agujeros de gusano, las dimensiones extras y los ordenadores cuánticos abren panoramas especulativos que podrían transformar todo nuestro universo en un ‘cosmos vivo’». Pero, ¿podrá algún día la mente librarse de su cuerpo material para explorar todo el universo? Éste era el tema del relato clásico de ciencia ficción La última pregunta, de Isaac Asimov. (Asimov decía con orgullo que, de todos los que escribió, éste era su relato favorito). En él, miles de millones de años en el futuro, los humanos han dejado su cuerpo físico en receptáculos en un discreto planeta, quedando su mente libre para viajar como energía pura por toda la galaxia. En lugar de cuerpos de sustitución hechos de acero y silicio, estos avatares son seres de energía pura que pueden recorrer sin esfuerzo los lejanos confines del espacio, ver cómo explotan las estrellas y chocan las galaxias, además de otras maravillas del universo.

Sin embargo, a pesar de lo poderosa que se ha vuelto la humanidad, está impotente ante la muerte definitiva del universo. En su desesperación, construye un superordenador para que responda la pregunta final: ¿Se puede revertir el fin del universo? El ordenador es tan grande y complejo que hay que instalarlo en el hiperespacio. Pero se limita a contestar que no hay información suficiente para ofrecer una solución. Miles de millones de años después, cuando las estrellas empiezan a apagarse, toda la vida del universo está a punto de desaparecer. Entonces, el superordenador descubre por fin una manera de invertir la muerte del universo. Recoge estrellas muertas por todo el cosmos, las combina en una gigantesca bola cósmica y la enciende. Cuando la bola estalla (el Big Bang o gran explosión cósmica que dio lugar a nuestro universo), el superordenador proclama: «¡Hágase la luz!». Y la luz se hizo… (AÑO/CERO 286).

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