Tiahuanaco era llamado en el pasado "Ciudad Eterna", la antigua Wiñaymarca del gran Huyustus, el primer Gran Maestre de "los sacerdotes salvados de las aguas". Para nuestra suerte, aún podemos rastrear la historia de aquel empolvado tiempo. Por ejemplo, Kitari, uno de los más grandes quipucamayocs del incanato aquellos que guardaban los archivos históricos del Imperio, nos cuenta que Huyustus era un señor poderoso, rubio y de ojos azules...
Hoy en día los pescadores del Titicaca en el lado Boliviano recuerdan la historia de la antigua Wiñaymarca, la morada de los gigantes y la magia. El mismo Pedro Cieza de León (reputado cronista español), recogió un dato interesante: cuando los incas llegaron a Tiahuanaco hallaron a la misteriosa ciudad en ruinas, lo cual ya nos indica qué tan antigua era.
Por otro lado, el inca Garcilaso de la Vega escribía en sus Comentarios Reales (1609) que un hombre apareció en Tiahuanaco cuando "cesaron las aguas", lo que también nos hace recordar la migración de los sobrevivientes atlantes hacia la cordillera de los Andes.
Sobre la existencia de los gigantes, no nos debemos sorprender en lo absoluto, por cuanto los cronistas antiguos hacen amplia referencia a ellos. De igual forma, en todas las culturas, encontramos claras alusiones a seres de gran estatura.
Las leyendas incas mencionan a estos gigantes una y otra vez. En el Perú antiguo, por ejemplo, se afirma que en tiempos del incanato hubo una llegada masiva de gigantes en las costas de Lambayeque (!). ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Tenían relación con la Atlántida?
Una teoría arriesgada -pero posible- sostiene que el gigantismo de algunos atlantes se debía a la hibridación con seres extraterrestres de gran estatura; así se transmitió el código genético necesario para que ello sucediese.
En Tiahuanaco, a decir del estudioso Guillermo Lange Loma, los gigantes eran conocidos bajo el nombre de "Antilis" y Chullpas", sobrevivientes de un mundo perdido, estableciendo en el altiplano, hace miles de años, una sociedad avanzada que fue la madre del Imperio Inca.
Para Arthur Ponsnanski, padre de la Arqueología Boliviana, Tiahuanaco tiene entre 10.000 y 15.000 años de antigüedad.
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