Si bien el símbolo de infinito (a veces llamado lemniscate, del latín «lēmniscātus» y el griego λημνίσκος, que se traduce como ‘lazo’) siempre es relacionado con las ciencias de la matemática, su primera aparición en la historia es encontrada en la cruz de San Bonifacio. Esto nos insinúa que sus raíces ahondan antiguamente con la espiritualidad.
De hecho, no es sino hasta 1655 que John Wallis introduce este símbolo de infinito en la matemática, en su obra ‘De Sectionibus Conicis’. Él no explica la elección de este símbolo para hablar del concepto matemático de infinito, lo que hace que coexistan distintas conjeturas sobre su procedencia. Hay quien dice que proviene del símbolo numérico romano utilizado para representar el mil (originalmente CIƆ, y también CƆ). Sin embargo, la procedencia que más nos llama la atención es la relación que este símbolo de infinito tiene con el símbolo antiguo del Uróboros (del griego ουροβóρος [ὄφις] ‘serpiente que se come la cola’).
El Uróboros es un concepto cuya aparición más temprana se da en las culturas egipcias y griegas, representado generalmente con un animal entre dragón y serpiente que, como su nombre lo dice, muerde su propia cola. De esta manera, entre las ilustraciones que nos han legado estas antiguas civilizaciones, el Uróboros tiene tanto la forma de un círculo sin fin, como la del símbolo de infinito que hoy conocemos.
El significado puede ser, entonces, similar al del Uróboros de las antiguas culturas. Entre los conceptos que representa, está la naturaleza cíclica de las cosas. Todo lo que comienza en cuanto concluye, la continuidad de la vida y el tiempo. Los fenómenos naturales como los del sol, en su alba y ocaso constantemente consecuentes, o las olas del mar en su crecida y ruptura.
En la alquimia, este concepto relacionado con el símbolo de infinito tiene implicancias muy importantes. Representa la unidad en la diversidad. Todas las cosas, tanto materiales como espirituales, que nunca dejan de existir pero mutan de forma de manera cíclica, alternando entre la destrucción y la creación de manera constante y continua. La dicotomía, como en su semejante yin y yang, la unión de los opuestos, lo consciente e inconsciente. Representa a su vez la purificación, y los ciclos de vida y muerte.
El símbolo de infinito también puede relacionarse con el concepto astronómico de Analema (analemma, del griego ἀνάλημμα que se traduce como ‘pedestal de un reloj de sol’). Esta es una representación gráfica de la posición del sol en el cielo si es observado todos los días del año a una hora exacta determinada. Constituye de esa manera un ciclo constante y eterno.
Así, este símbolo está cargado de significado. Su empleo a través de los tiempos nos da la pauta de un legado que heredamos de culturas antiguas, donde el espíritu, la mente y el cuerpo eran objeto de estudio y la raíz del conocimiento. Los antepasados de nuestra civilización moderna.
De esta manera, lograr incorporar estos significados pueden enriquecer nuestra experiencia de la sabiduría de aquellos antiguos maestros. Lograr que nuestra vida se contagie también de significado, de expresión y de concepto. Pues todos sabemos que las palabras son también símbolos, y de esa manera, añadir significado a las palabras implica engrandecer el lenguaje, el pensamiento, la experiencia y las ideas.
hermandad Blanca
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