La publicación del libro MILABS –primeras letras en inglés de las palabras “abducciones militares”- revolucionó el panorama ufológico. Los autores Helmut y Marion Lamer muestran abundantes pruebas que apuntan hacia una explicación terrestre del fenómeno de las abducciones, o por lo menos de un gran número de ellas. Estos son los datos que avalan dicha teoría.
El científico Jhon C. Lilly, uno de los padres del movimiento de la nueva conciencia o de la “nueva era”, y uno de los primeros en experimentar con LSD para descubrir los “espacios interiores” o provocar experiencias de salida voluntaria del cuerpo, comenzó en 1954 a trabajar sobre la neurofisiología del cerebro en el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH). Lilly se decidió a estudiar la hipótesis formulada por algunos neurofisiólogos, según la cual el estímulo externo era necesario para mantener el cerebro en estado de vigilia. Para ello, el popular científico decidió construir un tanque de agua, desde entonces conocido popularmente como “tanque de aislamiento”. La idea era que el cuerpo permaneciera en flotación neutral dentro de un líquido para atenuar los efectos de la gravedad. Para respirar se utilizaba una máscara lo más cómoda posible, construida por el propio Lilly. La temperatura del agua debía ser mantenida a 34 grados, para de este modo evitar que el individuo sintiera algún tipo de sensación térmica. Más tarde, Lilly perfeccionaría sus experimentos que recibieron el nombre de “privación sensorial”. El científico experimentó consigo mismo en multitud de ocasiones, obteniendo numerosas sensaciones y experiencias mentales, incluidos “viajes astrales” a “otros mundos” paralelos en los que era acompañado por los que llamaba “mis guías”. Posteriormente utilizaría LSD en sus pruebas de “privación sensorial”. A la vez, Lilly también experimentaba con electrodos para estimular los centros de placer y dolor en el cerebro. En una de sus obras titulada El científico, confiesa que el director del NIMH le pidió que informara sobre sus experimentos con electrodos a la CIA, la NSA y el FBI, entre otras agencias de inteligencia. Él asegura que se negó porque “cualquiera que tenga el equipo adecuado puede aplicar esta estimulación sobre una persona de forma encubierta sin dejar ningún rastro... Siento que si esta técnica estuviera en manos de una agencia secreta, ellos tendrían un control total sobre un ser humano y serían capaces de cambiar sus creencias extremadamente rápido...”
También recibió la llamada de varios científicos de la Armada, preguntándole sobre las aplicaciones de sus experiencias en el tanque de aislamiento para cambiar el sistema de creencias de una persona. Lilly está completamente convencido que sus experimentos, tanto de “privación sensorial” como con electrodos, fueron desarrollados y utilizados por los servicios de inteligencia y el ejército sin su consentimiento. Cuestión que quedo demostrada gracias a la desclasificación de varios documentos del conocido proyecto de control mental de la CIA, bautizado como MK-ULTRA (lo abordaremos en esta sección próximamente). Además, algunos de sus estudios posteriores, tanto en el NIMH como en otros centros, fueron financiados por la CIA en última instancia.
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