En el libro “Hijos de las Estrellas” de la astrónoma chilena María Teresa Ruiz, ella dice: “El hidrógeno de las moléculas de agua en nuestro cuerpo se formó en el Big Bang, tiene trece mil setecientos millones de años de edad. Aunque parezca increíble, nosotros somos parte íntima de esta historia desde sus comienzos”. Esto nos confirma que somos una porción, un fractal, un brote del universo y la creación. Por lo tanto, cada uno de nosotros, tiene la misma capacidad creativa que la creación. Porque somos hijos de la creación. Nacimos de ese acto creativo de expansión. Está en nuestra biología y en nuestra esencia crear.
Una de las primeras cosas que tenemos que tener en cuenta para conectar con esa capacidad creativa que todos los seres humanos tenemos, es ser conscientes de que somos energía. Porque al ser conscientes de eso, nos conectamos con el verdadero flujo vital, con esa vitalidad que trasciende el límite corporal, emocional y racional. Esa vitalidad que surge de la energía de nuestros átomos que están conectados con la energía del universo. Tal como dice el biólogo celular Bruce Lipton en su libro “Efecto Luna de Miel”: “Los átomos están compuestos por vórtices de energía. Eso significa que las moléculas, que están compuestas por átomos, son también vórtices de energía; y por último, los seres humanos, todos compuestos por billones de células, son… vórtices de energía. Es cierto que parece que somos entidades físicas, pero eso no es más que una ilusión, un truco de luz. ¡Todos somos energía!”
Sabiendo esto, entendemos que el verdadero acto de crear proviene de la conexión directa entre nuestra energía individual y esa energía universal que nos conecta con el todo. Cuando creamos desde ese lugar, creamos desde la creación universal en un acto creativo individual que aporta a la evolución humana y cósmica porque estamos sintonizados con el todo. Así, nos convertimos en un puente que conecta la energía de la Tierra con la del universo.
Esa energía universal que nos permite conectar con lo esencial está permanentemente presente en nuestro contacto con la naturaleza. Los bosques, la montaña, el mar, los valles, el desierto y cada paisaje natural es un portal de conexión con esa energía de naturaleza individual y universal de la creación. La naturaleza es la reina creativa de la Tierra. Gracias a ella y sus procesos podemos conectar con nuestra propia creatividad para entender e integrar el verdadero flujo de la vida cósmica, natural y humana.
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