“Aquello que fue, ya es; y lo que a de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó”. (Ec.3:15)
“Pregúntenme sobre las cosas por venir”...(Is.45:11)
La Profecía es la capacidad paranormal o percepción extrasensorial que nos permite adelantarnos al futuro. Es abrir una ventana para que nuestra visión interna indague sobre las consecuencias de nuestro proceso histórico, colectivo y personal. Pero muchas veces, ésta capacidad es algo innato, de tal manera, que no habiendo buscado su despertar, se manifiesta por sí sola; aunque suele ser esporádica ( no todo el tiempo), se presenta bajo ciertas condiciones particulares que funcionan como detonantes. Existen también los casos en que en cierta época de la vida (la niñez y la adolescencia), los cambios en la edad o situaciones críticas extremas (muerte de un familiar o, un accidente grave o, un divorcio de los padres, o una experiencia de abandono corporal consciente), incrementan o producen cambios internos, que se expresan en estados alterados de la conciencia, facilitando las manifestaciones proféticas. También se da el caso de quienes logran conectar mentalmente (telepáticamente) con entidades superiores, físicas o suprafísicas quienes les hacen depositarios de una revelación, siempre con un propósito de beneficio positivo general. Lo cual demuestra la naturaleza benéfica de dichas entidades, ya sean maestros ascendidos, extraterrestres, ángeles o parientes fallecidos (que destacaron en cuanto espiritualidad en su existencia pasada).
El futuro es la consecuencia de las decisiones tomadas en el pasado. Hay varios futuros probables, por cuanto el futuro en sí es una “probabilidad”; una proyección de la línea de los acontecimientos. Pero ése futuro puede ser alterado; porque si fuese inamovible e inalterable, ¿dónde estaría lo más sagrado que hemos recibido de Dios, que es nuestro libre albedrío?.
La profecía puede ser vista como si tuviésemos una pantalla delante nuestro, o como una visión en nuestra mente; también puede ser soñada, o sentida como una profunda angustia o también como una incomprensible alegría. Llega en estos casos a ser una sensación tan profunda, que inmediatamente solemos empezar a relacionar hacia dónde se orienta dicho sentimiento, o como decimos comúnmente tratamos de explicarnos el origen o naturaleza de dicho “pálpito”.
En la antigüedad, en Grecia , específicamente en la localidad de Delfos (Monte Parnaso) había un pequeño santuario dedicado a la diosa Tierra (Gea), que con el tiempo adquirió gran renombre por ser el centro de la profecía y de la adivinación. En el lugar había una extrañísima piedra cónica, que muchos intentaron robar que inexplicablemente nunca pudieron. Esa piedra los griegos la llamaban omphalós (ombligo), por cuanto marcaba el sitio que era considerado el ombligo del mundo antiguo. Y muy unido al culto de la madre Tierra estaba la presencia en el lugar de una serpiente Pitón (probablemente traída de Africa), primera guardiana y sacerdotisa de la piedra sagrada del oráculo y que según la mitología, fue matada por Apolo, apoderándose del santuario y recayendo desde ese entonces la responsabilidad de predecir a la Pythia (pitonisa), quien debía beber del agua de la fuente Casotis, masticar hojas de laurel e inhalar el tóxico gas que salía de la grieta, para luego sobre un caldero de bronce lleno de agua ver el futuro. Aunque se dice que luego caía en éxtasis, corriendo hacia la piedra del ombligo u otra piedra que es llamada la piedra de la Sibyla y, desde allí, daba respuestas crípticas a las preguntas de todo tipo que se le hacían, las que posteriormente los sacerdotes tenían que interpretar.
En Sudamérica también había un muy importante oráculo, al que desfilaban los peregrinos de los diversos reinos, llevando ofrendas y procurando respuesta a las diversas inquietudes de su pueblos, caciques y curacas. Este centro ceremonial de casi dos mil años de antigüedad, se llamaba Pachacamac. Pacha era la Tierra, y camay , el creador, por tanto era el centro cultista dedicado al “Creador de la Tierra”, y que los Incas respetaron incorporándolo a su panteón de dioses. A la llegada de los conquistadores españoles, aún el lugar era un centro muy importante de consulta .
Sus ruinas se encuentran a unos 25 kms al sur de la ciudad de Lima (Perú), al lado del valle de Lurín y frente al mar. Es un lugar entre cerros desérticos donde se edificó una ciudad de pirámides de adobe, que llegó a tener 50,000 habitantes. Una de aquellas pirámides estaba dedicada al dios Pachacamac o Ismay, la cual tenía forma de laberinto ascendente. En lo más alto estaba el santuario; un lugar al que no podía llegar cualquiera, y donde el sacerdote (que había recibido las consultas de los peregrinos en la gran plaza donde la gente aguardaba las respuestas) ingresaba pasando por una puerta revestida de láminas de oro y plata, y de la que colgaban cantidad de conchas marinas llamadas “mullu” (de gran valor y que eran traídas del Ecuador). Dentro del santuario, había un ídolo de madera de lúcumo (de estilo Tiahuanaco-Huari), que tenía apariencia humana. A él se le hacían las consultas, y otros sacerdotes detrás contestaban en nombre del dios (previamente habrían consumido algún tipo de planta alucinógena que les permitía contar con la ayuda de los elementales de la naturaleza).
Algunas civilizaciones extraterrestres que vienen visitando la Tierra desde tiempos inmemoriales, han buscado a personas sensibles y perceptivas, con una cierta moralidad (llamados algunas veces profetas), para hacerlos depositarios de un mensaje y de una serie de advertencias, que funcionan como profecías o revelaciones. A través de esos mensajes se ha reiterado en varias oportunidades, que el ser humano puede cambiar el futuro, y que el conocer las profecías es una suerte de advertencia para corregir los desaciertos; porque generando nuevas causas positivas se puede modificar cuanto ha sido anunciado. Y cualquier modificación –como decíamos antes -por mínima que sea, traería consigo un futuro diferente.
Un caso que demuestra lo anteriormente mencionado, se relata en la historia del profeta Jonás, quien es llamado por los Elohim a profetizar en Ninive. El debía hacer un llamado a la gente al arrepentimiento y a la conversión, por cuanto la negatividad estaba creando un estado mental colectivo que estaba atrayendo grandes calamidades a esa ciudad. Al principio, Jonás no quiso aceptar dicho encargó por temor al rey de los asirios, y huyo en un barco a Tarsis (España); pero en el camino hubo una gran tormenta y se lo tragó una ballena muy sospechosa (probablemente un objeto submarino no identificado). Después de tres días, Jonás se convence que tiene que hacer la labor de profetizar y advertir, generando en el rey y en la gente que lo escucharon , una genuina conversión, no llegando a producirse nada de cuanto había sido anunciado.
Estamos ingresando en la muy mentada Era de Acuario, era de luz y conocimiento, paradójicamente también de confusión y de desinformación. Es una época en que hay que revalorizar los símbolos que actúan como activadores de nuestra conciencia. Algunos de estos activadores son las profecías.
En la actualidad circulan un sin fin de profecías verdaderas y falsas hablando del fin del mundo, del final de los tiempos, del cambio de ciclo planetario, de la variación del eje terrestre, de la Tercera Guerra Mundial, de tres días de oscuridad, de la invasión de los extraterrestres, etc. Y en éste sentido, la desinformación transita por los medios que deberían orientar y esclarecer, como son los diarios, revistas especializadas y hasta la red de internet...
Existen profecías y espíritu de profecía que nos hablan de todo esto. En las primeras citas que coloqué al inicio se habla de cómo el futuro esta escrito «...y lo que a de ser, fue ya... »; es más, hasta se pide que se consulte :«pregúntenme sobre las cosas por venir”...». Pero la profecía estaba reservada para los profetas y sacerdotes ungidos para ello.
SIXTO PAZ WELLS
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