En la localidad tinerfeña de Icod de los Vinos(Islas Canarias), se halla un árbol –o según quién sea el informante, una planta– muy singular. Se trata del “Drago Milenario”, hoy en día reclamo turístico de la villa, y antaño un “ser” venerado por los clanes guanches que siglos atrás habitaron estas agrestes tierras. No es un árbol más; eso salta a la vista. Se trata de un monumento natural con una antigüedad estimada en algo más de mil años, aunque hay quien se atreve a ir más atrás; tanto como cinco milenios. No obstante, si ha despertado miedos ancestrales y ha protagonizado terribles leyendas es gracias a su aspecto. Y es que sus raíces, que se alzan a casi veinte metros de altura confieren al mismo el aspecto de un agresivo dragón, que cuando es herido sangra, pues no en vano su savia es tan roja como el líquido sanguíneo.
Es precisamente la linfa roja que recorre sus venas la que desde la Roma antigua era utilizada para colorear aquello que se preciare, y no solo eso: era un poderoso remedio para combatir todo tipo de males, fueran estos físicos, o espirituales, que contra esos la medicina ortodoxa poco podía hacer. La imagen de abajo corresponde al citado “Drago Milenario”, en el año 1902, y la instantánea que hay sobre estas líneas, al mismo espécimen, en 1940. Y es que como veremos, su supervivencia ha ido ligada al mantenimiento de la tradición y los ritos de las islas volcánicas…
Asegura la leyenda que los dragones, al morir, se transformaban en dragos, perpetuando de este modo su existencia. Pero lejos de mitos, lo que está claro es que nos encontramos ante el rey de la flora española, una especie que desde tiempos remotos se le ha conferido el carácter de sagrada, y cuyas facultades sanadoras han ido más allá de la mera tradición. (Año Cero)
domingo, 7 de abril de 2019
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