miércoles, 1 de agosto de 2018

Simbología del Laberinto (1ª parte)

LABERINTO, del latín labyrinthus, y este del griego λαβύρινθος labýrinzos: “Lugar artificiosamente formado por calles, encrucijadas y rodeos dispuestos con tal artificio que, una vez dentro, sea muy difícil encontrar la salida”.
Esta definición nos describe un espacio delimitado, cerrado, artificial, tortuoso y complejo con un recorrido que emprendemos voluntariamente o por una impuesta obligación , a pesar de ello sencillamente será una ruta entre dos puntos.
La esencia del laberinto es el movimiento. Este será necesario para entrar, para recorrerlo, para llegar al centro y encontrar la salida.
El laberinto como metáfora implica todo un abanico de posibilidades simbólicas e incluso físicas que proliferan en distintos lugares del mundo y en diferentes épocas:
• ¿Puede haber laberintos naturales?
• ¿Los problemas y decisiones tomadas durante nuestra existencia podrían formar un laberinto?

Las distintas versiones literarias del mito del laberinto contienen como denominador común algunos elementos narrativos formales fundamentales: el laberinto construido por Dédalo, el monstruo o minotauro llamado Asterio o Asterión, el héroe Teseo y el hilo mágico de la princesa Ariadna.
Todos ellos provienen de una leyenda que en la misma Grecia va a surgir a partir de rituales muy antiguos y no disponemos de una versión única del mito, si no que existen diversas variantes. Plutarco cuenta que el rey Minos, reinaba en la isla de Creta. Su hijo era un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre que causó muchos daños en la isla, hasta que Hércules logró encerrarlo en un laberinto construido por el gran arquitecto Dédalo. Como las guerras eran frecuentes, los perdedores solían pagar tributo a los vencedores y la ciudad de Atenas pagó por largo tiempo al rey Minos un tributo que consistía en enviar a la isla a siete jóvenes y siete doncellas para ser devorados por la bestia. Esto ocurría cada año, hasta que apareció el joven Teseo que dio muerte al monstruo, con la ayuda de Ariadna, la hija de Minos. La princesa ayudó al joven a salir del laberinto gracias a un ovillo de hilo y una espada que le entregó. Este relato, ha derivado a lo largo del tiempo en un tema de literatura universal, del que se hablará hasta nuestros días.

TIPOS de LABERINTOS:
A lo largo de la humanidad, desde la prehistoria hasta nuestros días, los laberintos han experimentado variaciones de forma y de tamaño, pero han mantenido su esencia primigenia. Circular por laberintos puede ser una experiencia corporal, visual, y táctil, pero también puede suponer un viaje mental e imaginario por el mundo de la magia, la ciencia, la religión y la moral, el símbolo y la estética. La distinción entre laberintos unicursales y multicursales es crucial, y establece grandes diferencias.
LABERINTO UNICURSAL. Pese a su aparente complejidad tiene un único camino, sin ninguna encrucijada, calle sin salida o atajo. El que lo recorra no tendrá posibilidad de elección, ni de error, Desde su mismo inicio conducirá directamente al centro, a su corazón, y una vez allí deberá regresar por el mismo lugar que entramos. Se origina en la Antigüedad.
LABERINTO MULTICURSAL. Aparece en el Renacimiento. Su entramado es complejo, pues quien lo recorre se verá obligado a decidir por donde debe de continuar su camino. Cada vez que llegue a las sucesivas encrucijadas, tendrá el riesgo de perder la ruta que le conducirá al centro o de no encontrar la salida. Será imprescindible para salir de él poseer buena memoria, o tener el hilo de Ariadna.

También se pueden clasificar por su FORMA:
Los laberintos de forma cuadrada o rectangular son los más antiguos que existen; la primera representación conocida de un laberinto de este tipo se encuentra en una tablilla de Pilo y también la encontramos, como sello, en las tumbas del antiguo Egipto.
Los laberintos de forma redonda o circular aparecieron a fines del siglo VII a.C. en la Italia etrusca; más tarde, los encontramos en las monedas de Cnosos, a finales del siglo III y se cree que eran usadas como mapa del célebre Laberinto de Creta.

Laberinto de Creta
El laberinto debe su nombre a la legendaria construcción diseñada por el inventor Dédalo a pedido del rey Minos de Creta para mantener preso a su hijo Minotauro. Aunque no ha sido identificado positivamente ningún sitio en Creta como el laberinto del Minotauro, en Cnosos se encontraron monedas del siglo III antes de Cristo con el símbolo del laberinto en ellas. El formato típico durante este período es un circuito de siete meandros o vías, conocido como el “laberinto clásico”.

Palacio de Cnosos
Otro elemento de la formación del mito del Laberinto puede haber sido que el palacio de Cnosos —la casa del labrys o hacha doble— era un complejo de habitaciones y corredores, y que los invasores atenienses tuvieron dificultad para encontrar y matar al rey cuando lo tomaron. Un espacio abierto delante del palacio estaba ocupado por una pista de baile con un dibujo laberíntico que servía para guiar a los que bailaban una danza erótica de la primavera. El origen de ese dibujo, llamado también laberinto, parece haber sido el laberinto tradicional de arbustos que se utilizaba para atraer a las perdices hacia uno de sus machos, enjaulado en la cerca central, con reclamos de alimento, quejas amorosas y desafíos; y los bailarines imitarían la danza de amor extática y renqueante de las perdices macho, cuyo destino era que el cazador les golpease en la cabeza. El laberinto del que escaparon Dédalo y su hijo Ícaro podría haber sido el piso de mosaico en el que estaba dibujado y que tenían que seguir en la danza de la perdiz ritual. Parece que en la primavera se realizaba en toda la cuenca del Mediterráneo una danza erótica de la perdiz en honor de la diosa Luna y que los bailarines renqueaban y llevaban alas.

Laberintos “Ciudad de Troya”
A los laberintos ingleses hechos en el césped se les llama «ciudad de Troya», y lo mismo a los de Gales: caer-droia. Probablemente los romanos los llamaban así por su Juego de Troya, una danza laberíntica ejecutada por jóvenes aristócratas en honor del antepasado de Augusto, el troyano Eneas. Según Plinio también la bailaban los niños en la campiña italiana. Los dos diseños principales son el clásico y el medieval y, aunque existen numerosas variaciones, la forma básica es fácilmente reconocible.(continuará)
“El Libro de los Laberintos, historia de un mito y un símbolo” de Paolo Santarcangeli y “Laberintos” de Jaime Buhigas Tallon.

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