lunes, 8 de mayo de 2017

"Es una locura creer que somos los únicos"

George Coyne, jesuita y astrónomo, eleva los ojos desde el Observatorio Vaticano, que tiene sus cúpulas en Castel Gandolfo. "Pero aquí, ahora, podemos sólo examinar los instrumentos y dar lecciones a los estudiantes -dice-. Nuestro verdadero observatorio está sobre una alta montaña de Arizona, en los Estados Unicos, donde la atmósfera es límpida y transparente."

El desafío y la evolución

George Coyne es norteamericano. Juan Pablo I, Papa Luciani, lo llamó para dirigir el observatorio en 1978. Entre los misterios celestes ama estudiar el "canibalismo cósmico", un fenómeno violentísimo por el cual los astros más grandes se devoran a los más pequeños.

-¿Cómo ve un hombre de la Iglesia y de ciencia el nuevo universo, la creación donde quizás existan otros seres pensantes?

-El universo es la cuna de la humanidad, y en nosotros la pasión por conocer no está jamás satisfecha. Pero cuanto más conocemos, más reconocemos nuestra ignorancia. Indudablemente, no ha habido jamás una época en la que la astronomía, el conocimiento de los cielos, haya progresado tanto.

-Frente a la posibilidad de vida en otros planetas, ¿cuál es su pensamiento y la posición de la Iglesia?

-Es una posibilidad que apasiona, pero es necesario ir con cautela. Por el momento no hay evidencia científica alguna de vida. Pero estamos acumulando observaciones que indican tal posibilidad. El universo es tan grande que sería una locura creer que somos los únicos. El debate está abierto y es complejo.

-¿Qué implicaría la existencia de vida extraterrestre?

-Si fuera así, demostraría que Dios ha repetido en otro lugar lo que existe sobre la Tierra y, al mismo tiempo, quitaría a la fe el egocentrismo, el egoísmo que, podemos decir, aún la caracteriza. La posibilidad de vida extraterrestre inteligente y espiritual nos presenta muchos interrogantes. La ciencia para un creyente, de todos modos, no destruye la fe, sino que la estimula.

-¿Se debe creer también en una evolución de la fe?

-Sí. Cuando estudiaba como joven seminarista, no imaginaba que hoy estaría aquí, hablando de estos temas. En cincuenta años la humanidad llegó a este punto. Desgraciadamente la Iglesia no siempre sigue el paso, especialmente hoy.

-¿La aceleración de la ciencia quizás ha incomodado a los teólogos que no la ven como un desafío o no ven la necesidad de una evolución?

-No puedo decirlo. Encuentro un cierto ambiente ideológico en la Iglesia que parece decir: "Son sus asuntos, los de los científicos". Por lo tanto no creen que el tema deba ser estudiado y discutido. No creen en los resultados científicos y no desean en absoluto enfrentar las discusiones que podrían hacer temblar un poco las doctrinas.

-Después del pronunciamiento de Papa sobre Galileo y su rehabilitación ante los ojos de la historia católica, ¿no ha habido un cambio también por parte de los teólogos?

-Sobre esto no debo hablar, realmente. Los estudios en los seminarios no ofrecen una formación científica. El que entra en un seminario es un sacerdote que ejerce un ministerio y no un hombre del mundo actual, trabaja a medias, es un miembro incompleto

-Las observaciones astronómicas nos revelan, siempre con mayor precisión, lo que sucedió después de la creación, después del Big Bang. ¿Influye esto en la visión de la Iglesia?

-Sí, pero cuidado. Es verdad que la cosmología del Big Bang es ya un modelo científico seguro. Pero eso dice poco acerca de la creación, quizá nada, porque la creación como la entiende la Biblia no responde a la pregunta sobre el origen del universo, sino a por qué existe algo en lugar de la nada. Y ésta es una respuesta teológica y una pregunta relacionada con la fe.

-¿Y cuál es la diferencia con el campo científico?

-La ciencia, en cambio, se ocupa de descubrir de dónde viene la materia que conocemos. En otras palabras, las Sagradas Escrituras y la teología misma no hablan sobre el modo en que Dios creó el universo. Las dos preguntas aún no están en conflicto, no se enfrentan, y cuando parezca que sucede, podrán nacer malentendidos muy graves. Por esto también se equivocaba Pío XII. Cuando salió la teoría del Big Bang, impresionado por el resultado, quería pronunciar un discurso solemne para afirmar que los científicos estaban descubriendo lo que la Iglesia sabía desde el Génesis. Entonces el presidente de la Academia Pontificia le explicó cómo la hipótesis de los científicos no tenía ninguna relación con las Sagradas Escrituras y lo convenció para que no dijera nada.

-¿Habló alguna vez con Stephen Hawking?

-¿Sí. Según este científico, el universo no habría tenido un origen porque no habría existido jamás un tiempo cero. Y por ello, concluye Hawking, para el nacimiento del universo no hay necesidad de un Dios. En realidad, aun cuando su idea fuese verdad, no excluye para nada a Dios porque éste es una realidad que necesitamos en cuanto a que se dio espontáneamente a nosotros. Pero Hawking no tiene ninguna formación filosófica ni teológica. Es solamente un científico.

-¿El papa Juan Pablo II se interesa en la astronomía?

-Sí, desde el inicio de su papado, y ha venido a visitarnos al observatorio. Sobre todo, está interesado en la confrontación entre ciencia y fe. Pero más allá del caso de Galileo, cuando fue el aniversario de la publicación de los "Principia" de Newton nos preguntó qué debía hacer la Iglesia para celebrar el acontecimiento. En lugar de realizar una celebración vacua le propusimos una serie de conferencias sobre temas científicos relacionados con la fe.Estuvo muy contento con ello y el primer encuentro fue él mismo quien lo abrió.>

Por Giovanni Caprara
Del Corriere della Sera

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