sábado, 2 de julio de 2016

El concepto del Bien Común.


Gracias al libro la “economía del bien común” de christian felber y a sus maravillosas conferencias, se ha originado un movimiento social que se presenta como una nueva alternativa de sistema político, económico y social de la actual sociedad. Como bien indica el propio Felber, el concepto del Bien Común es bastante antiguo. Los clásicos griegos ya lo citan y quien lo utiliza y define con gran precisión es Santo Tomas de Aquino en el siglo XIII en su summa theologiae. No solo explica que el fin de la Política es el Bien Común si no que también habla del Bien Común con elevado sentido metafísico y espiritual, siendo éste una virtud que debe nacer en cada persona. Ya en el siglo XVIII, jean-jacques rousseau en “el contrato social” argumenta cómo el fin de la voluntad general es el Bien Común, por lo que la política y los gobernantes – como representantes del pueblo soberano – deben gobernar según la voluntad general y, en consecuencia, buscando el Bien Común. La definición de política como la fórmula del pueblo para trabajar en busca del Bien Común ha dado lugar a que este término – o el de bienestar general -aparezca descrito como el fin último del pueblo soberano en los primeros párrafos y preámbulos de la mayoría de las Constituciones, desde la de los estados unidos hasta la constitución española. En el año 2008, el profesor italiano stefano zamagni escribe “Léconomia del bene comune” en el que vuelve al concepto de Bien Común como algo intrínsecamente ligado a las relaciones entre las personas. Zamagni nos dice “No tiene futuro una sociedad en la que se diluya el principio de gratuidad; es decir, no es capaz de progresar una sociedad en la que solo exista el «dar para tener» o el «dar por deber»”.
¿Por qué no puede existir auténtico Bien Común sin sentir “Yo soy Tú”?
Como ya he indicado, en la mayoría de las Constituciones de los países teóricamente más democráticos y avanzados aparece el término del Bien Común en sus primeras páginas como el fin último pretendido por el pueblo soberano y, en consecuencia, como el fin por el que los gobernantes deben trabajar. ¿Por qué los gobiernos no logran ese Bien Común? Profundizaré en la respuesta sin entrar en grandes tópicos como la corrupción, la influencia de las grandes corporaciones sobre los gobernantes o el egoísmo de los mismos. El problema de base reside en que el concepto y sentido del verdadero Bien Común no se entiende. Los gobernantes y la mayoría de las personas interpretan la búsqueda del Bien Común como una función meramente política e incluso logística y operativa de los gobiernos. Se habla de reparto equitativo de la riqueza (entendida como el dinero y los bienes materiales), de la equidad entre territorios a la hora de invertir o desarrollar infraestructuras o del principio de solidaridad, por el cual el gobierno trata de ayudar a aquellas personas o colectivos que por alguna razón resultan desfavorecidos. Todo esto es necesario, pero no es más que una pequeña parte de lo que realmente significa trabajar por el Bien Común. Necesitamos recuperar la esencia del concepto descrita tanto por Santo Tomás de Aquino como por el propio Christian Felber al fundamentar su Economía del Bien Común en los principales valores de la humanidad. También Zamagni hace una buena aproximación al por qué sin “Yo soy Tú” no puede existir verdadero Bien Común. Nos dice “Lamentablemente, muchas veces el principio de reciprocidad se sigue confundiendo con el de intercambio de equivalentes….. el aspecto esencial de la reciprocidad es que las transferencias que genera son indisociables de las relaciones humanas”. Explica como el capitalismo se fundamenta en una mera negociación de las empresas – con clientes, proveedores, personas empleadas, gobiernos, etc. –  cuyo único objetivo es el intercambio de productos y servicios. Quien mejor negocia – quien mejor compite – sale beneficiado. Al incluir el principio de reciprocidad en la economía, Zamagni incluye a las personas como seres que resultan beneficiados o perjudicados de las infinitas negociaciones existentes cada día dentro del sistema capitalista. Por desgracia, los datos demuestran que tan solo un pequeño tanto por ciento de la población mundial sale beneficiado – en términos de reparto de riqueza – de estas transacciones. Si además analizáramos los niveles de felicidad de esas personas – las que se encuentran entre el 10% de la población que maneja más del 80% de la riqueza del planeta – descubriríamos que ni siquiera para muchas de ellas el sistema capitalista consigue alcanzar el fin último de las Constituciones, la consecución del Bien Común.
Por lo tanto, el fracaso del actual sistema, tanto en su aplicación por los gobiernos como por las empresas, está más que demostrado. ¿Qué necesitamos para construir un reformado sistema que realmente trabaje y alcance el Bien Común? En “Yo soy Tú: Propuesta para una Nueva Sociedad” se explica la necesidad de que cada persona, cada individuo, sienta y viva el mensaje de “Yo soy Tú”. Debemos aprender a identificamos en los demás, debemos sentir desde nuestro corazón que todas las personas anhelamos lo mismo, todas queremos ser felices, amar y ser amados, disfrutar de la familia y amigos, vivir en comunidad con confianza en los demás, tener salud, educación para nuestros hijos, disfrutar del medio ambiente que nos rodea, trabajar, sentir que somos útiles y desarrollarnos como profesionales y como personas. Todo esto solo es posible si somos capaces de vernos reflejados en las demás personas, si nos sentimos parte de la gran comunidad humana, si nos sentimos parte del planeta, si sentimos que somos Uno.
De esta manera, sintiendo “Yo soy Tú” en el día a día, es posible soñar en una verdadera materialización del Bien Común. El sentimiento y su aplicación cotidiana debe empezar en cada persona. Solo deberíamos elegir a aquellos gobernantes que nos demuestren que – además de tener el necesario conocimiento y habilidades para desempeñar su tarea – sienten de verdad el mensaje de “Yo soy Tú”. Los gobernantes que se limitan a insultarse y discutir entre ellos y a pelear por el poder no deberían recibir ningún voto. Despertemos, la culpa no es suya, la culpa es nuestra por seguir votando a partidos y a personas que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre ellas. Es el momento de evaluar y elegir a los políticos primero por su calidad humana y, en segundo lugar, por sus capacidades profesionales.
Si el mensaje de “Yo soy Tú” se extiende a cada persona llegará a los gobiernos y también a las empresas – tanto a sus dirigentes como a las personas empleadas -, llegará a todas las organizaciones y a cada uno de nuestros barrios, llegará al bar de la esquina, al vecino que nos encontramos en el ascensor y, por supuesto, habitará en nuestros hogares. Solo de este modo, podremos decir que hemos empezado a vivir en la sociedad del Bien Común.
(yosoytu.com)

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