La existencia de un mundo subterráneo ha rondado la mente de un gran número de investigadores a nivel mundial, quienes han encontrado en diversas tradiciones antiguas la creencia de que convivimos con una civilización altamente desarrollada que habita bajo la corteza terrestre.
Aunque no hay pruebas oficiales que hoy demuestren la existencia de una civilización inteligente en galerías subterráneas, sí existen un sin fin de teorías y legados que hablan de la presencia de seres similares a nosotros, pero de una gran ventaja evolutiva habitando bajo la tierra.
A partir de religiones antiguas podemos sumergirnos en algunas de aquellas teorías que presentan a sus deidades como parte de este mundo especial. En las zonas más sagradas del Asia Lamaísta, se encontraría la cuna del mundo subterráneo, puesto que en las tradiciones Hindúes, Budistas, Tibetanas, entre otras, siempre se habló de la existencia de un mundo mágico, habitado por seres altamente poderosos que rigen los destinos de la humanidad.
A este reino de los inmortales se le llamó Shamballa, capital o centro matriz de un gran paraíso llamado Agartha. Se cree que los grandes iniciados de la historia habrían tenido conocimiento de este lugar, y sólo cuando fueran invitados, podían ingresar, para nunca más salir. No hay duda que al occidentalizar estas informaciones, sacándolas del contexto religioso y llevándolas a una visión más práctica, podríamos entender que el gran reino inmortal del Shamballa no es más que la interpretación oriental de la existencia de un mundo subterráneo, en el que, según la leyenda, habitaría gente muy desarrollada y evolucionada espiritualmente. Sólo cada cierto tiempo saldrían para entregar mensajes proféticos a los humanos mortales, los que se deberían cumplir cabalmente, demostrando con ello su supuesta realidad magnificente.
Dentro del conocimiento que existe sobre las civilizaciones que habitan el subsuelo, está aquel que las relaciona con el ingreso de muchas culturas perdidas de la antigüedad. Es el caso de los sobrevivientes de la Atlántida, y que en su migración a distintas partes del mundo, habrían optado por resguardarse, - tanto ellos como su conocimiento -, en estas galerías que conducen al intramundo.
Albergues subterráneos
Ferdinand Ossendovsky, galardonado por la Academia Francesa, constantemente narraba una historia que conoció en sus periplos por tierras asiáticas, específicamente en Mongolia. Esta le fue contada por el príncipe Chultun Beyli y su Gran Lama, y dice así:
“En otros tiempos habían existido dos continentes muy desarrollados, uno se encontraba en el Pacífico, y el otro en el Atlántico. Luego de tiempo desaparecieron bajo las aguas de los océanos, pero parte de sus habitantes emigraron y encontraron refugio en vastos albergues subterráneos. Estas cuevas se hallaban iluminadas por una luz especial de color verde, que permitió el crecimiento de plantas y aseguró la supervivencia a una tribu perdida de la humanidad prehistórica que alcanzó posteriormente el más alto nivel de conocimientos.”
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