miércoles, 29 de abril de 2015

Del EVANGELIO de la PAZ

 
Y entonces muchos enfermos y tullidos fueron a Jesús, preguntándole: "Si todo lo sabes, dinos ¿por qué sufrimos estas penosas plagas? ¿Por qué no estamos enteros como los demás hombres? Maestro, cúranos, para que nos hagamos fuertes y no tengamos que vivir por más tiempo en nuestro sufrimiento. Sabemos que en tu poder está curar todo tipo de enfermedad. Líbranos de Satán y de todos sus grandes males. Maestro, ten compasión de nosotros".
Y Jesús respondió: "Felices vosotros que tenéis hambre de la verdad, pues os satisfaré con el pan de la sabiduría. Felices vosotros que llamáis, pues os abriré la puerta de la vida. Felices vosotros que rechazáis el poder de Satán, pues os conduciré al reino de los ángeles de nuestra Madre, donde el poder de Satán no puede penetrar.
Y ellos le preguntaron con desconcierto: "¿Quién es nuestra Madre y cuáles son sus ángeles? ¿Y dónde se halla su reino?"
"Vuestra Madre está en vosotros; y vosotros en ella. Ella os alumbró y ella os da vida. Fue ella quien dio vuestro cuerpo, y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. Felices vosotros cuando lleguéis a conocerla, así como a su reino; si recibís a los ángeles de vuestra Madre y cumplís sus leyes. En verdad os digo que quien haga esto nunca conocerá la enfermedad. Pues el poder de nuestra Madre está por encima de todo. Y destruye a Satán y su reino, y tiene gobierno sobre todos vuestros cuerpos y sobre todas las cosas vivas.
"La sangre que en nosotros corre ha nacido de la sangre de nuestra Madre Terrenal. Su sangre cae de las nubes, brota del seno de la tierra, murmura en los arroyos de las montañas, fluye espaciosamente en los ríos de las llanuras, duerme en los lagos y se enfurece poderosa en los mares tempestuosos.
"El aire que respiramos ha nacido del aliento de nuestra Madre Terrenal. Su respiración es azul celeste en las alturas de los cielos, silba en las cumbres de las montañas, susurra entre las hojas del bosque, ondea sobre los trigales, dormita en los valles profundos y abrasa en el desierto.
"La dureza de nuestros huesos ha nacido de los huesos de nuestra Madre Terrenal, de las rocas y de las piedras. Se yerguen desnudas a los cielos en lo alto de las montañas, son como gigantes que yacen dormidos en las faldas de las montañas, como ídolos levantados en el desierto, y están ocultos en las profundidades de la tierra.
"La delicadeza de nuestra carne ha nacido de la carne de nuestra Madre Terrenal; carne que madura amarilla y roja en los frutos de los árboles, y nos alimenta en los surcos de los campos.
"Nuestros intestinos han nacido de los intestinos de nuestra Madre Terrenal, y están ocultos a nuestros ojos como las profundidades invisibles de la tierra.
"La luz de nuestros ojos y el oír de nuestros oídos nacen ambos de los colores y de los sonidos de nuestra Madre Terrenal, que nos envuelve como las olas del mar al pez, o como el aire arremolinado al ave.
"En verdad os digo que el Hombre es Hijo de la Madre Terrenal, y de ella recibió el Hijo del Hombre todo su cuerpo, del mismo modo que el cuerpo recién nacido nace del seno de su madre. En verdad os digo que sois uno con la Madre Terrenal; ella está en vosotros v vosotros en ella. De ella nacisteis, en ella vivís y a ella de nuevo retornaréis. Guardad por tanto Sus leves, pues nadie puede vivir mucho ni ser feliz sino aquel que honra a su Madre Terrenal y cumple Sus leyes. Pues vuestra respiración es Su respiración, vuestra sangre Su sangre, vuestros huesos Sus huesos; vuestra carne Su carne; vuestros intestinos Sus intestinos; vuestros ojos y vuestros oídos son Sus ojos y Sus oídos.
"En verdad os digo que si dejaseis de cumplir una sola de todas estas leyes, si dañaseis uno sólo de los miembros de todo vuestro cuerpo, os perderíais irremisiblemente en vuestra dolorosa enfermedad y sería el llorar y rechinar de dientes. Yo os digo que, a menos que sigáis las leyes de vuestra Madre, no podréis de ningún modo escapar a la muerte. Y quien abraza a las leyes de su Madre, a él abrazará su madre también. Ella curará todas sus plagas y él nunca enfermará. Ella le dará larga vida y le protegerá de todo mal; del fuego, del agua, de la mordedura de las serpientes venenosas. Pues ya que vuestra madre os alumbró, conserva la vida en vosotros. Ella os ha dado Su cuerpo, y nadie sino Ella os cura. Feliz es quien ama a su Madre y yace sosegadamente en Su regazo. Porque vuestra Madre os ama, incluso cuando le dais la espalda. Y ¿cuánto más os amará si regresáis de nuevo a Ella? En verdad os digo que muy grande es Su amor, más grande que la mayor de las montañas y más profundo que el más hondo de los mares. Y aquellos quienes aman a su Madre, Ella nunca les abandona. Así como la gallina protege a sus polluelos, como la leona a sus cachorros, como la madre a su recién nacido, así protege la Madre Terrenal al Hijo del Hombre de todo peligro y de todo mal.

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