sábado, 8 de junio de 2013

LAS SIETE VIRTUDES DE LA VIDA PERFECTA.


PRIMERA VIRTUD: La Caridad pura con el Prójimo.
Vista a través de la mente divina Cristo, Señor nuestro, no es la moneda en la mano tendida a nuestro paso, ni la túnica nueva, para quien la lleva desgarrada, ni el pan y el vino sobre la mesa ni la lumbre en el hogar. Es, ante todo, y por encima de todo, la palabra suave que consuela y (Verbo Creador), la piedad misericordiosa que perdona y oculta los pecados del hermano, para que el mundo malévolo no le arroje piedras, ni lo lleve al patíbulo.Es el abrirle camino de justicia y rectitud, iluminado por el amor y la fe, florecido de esperanza y alegría, para desenvolver su vida en el marco sagrado y bendito, de la eterna Ley. Es apartarle las piedras del camino, cuando las fuerzas no le alcanzan para saltar las barreras que se le oponen al deber, es arrojarle una tabla al mar de su vida borrascosa, para salvarle del naufragio, es tenderse las manos para sacarle de un abismo, sin avergonzarle por haber caído en él.
Es, en una palabra, el AMOR que se DA, generosamente, en pensamiento, palabras y acciones, sin pedir nada, y sin esperar NINGUNA recompensa.

SEGUNDA VIRTUD: La Pureza de Vida, en Pensamiento, Palabra y Obra:
No es, seguramente, la soledad absoluta, sino la relativa interior, de nuestro propio santuario. Es la convivencia con nosotros mismos y con nuestros semejantes, familiares o amigos, sin causarnos el menor daño unos a otros, ni en la honra, ni en los bienes, ni en los sentimientos, o afectos, y menos aún, en la vida trascendente.
Es impura la vida del que lucra, con las fuerzas físicas de sus hermanos, sin la justa remuneración. El que lastima, ofende o hiere los sentimientos de sus semejantes con pensamientos, deseos o actos impúdicos y lascivos. El que, esparce con la palabra, el pincel o la pluma, ideas o costumbres corrosivas, que atentan contra el pudor y la honestidad. El que abusa de un modo o de otro, de la mal llamada libertad de derechos para imponer por la fuerza del poder arbitrario, sus torcidas voluntades, que atentan contra la dignidad de la criatura humana, con un alma inmortal de sublimes destinos.

TERCERA VIRTUD-. La Paciencia:
En todas las circunstancias de la vida es la mansedumbre o paciencia, una virtud que lleva en si misma, un poder conquistador invencible. La paciencia todo lo alcanza. El hábito de la paciencia en todos los momentos de la vida es lo único que puede hermanarse con la inalterable armonía interior, necesaria para vencer todas las dificultades que entorpecen, el justo desenvolvimiento de las energías del espíritu que llegó a la vida física en seguimiento de un ideal superior.
La impaciencia, la rebeldía interior, los arrebatos de cólera (o ira), despedazan y desgarran en un instante, los velos sutiles de los pensamientos protectores, que amigos invisibles, aliados eternos, tienden amorosamente sobre sus hermanos encarnados. Y de aquí, la mayoría de los fracasos espirituales o materiales, que acarrean desastres irremediables, dolores múltiples, pesimismo aplastador para el alma, que en sus, momentos de lucidez, comprende haber sido ella misma, la causante de todos sus males.

CUARTA VIRTUD: Perseverancia:
En el Sendero elegido, no obstante 1as opiniones diversas del mundo: El que pone la mano en el arado, y vuelve la Cabeza atrás, no es apto para el Reino de los Cielos, decía el Divino Maestro. La corona del triunfo, no la conquista el que comienza bien, sino el que termina el viaje de la Vida planetaria. La Divina Sabiduría, abre la Senda de la Rectitud y la Justicia, según su Ley Eterna, en acuerdo con las necesidades del corazón humano, de modo que no estén reñidos con ella, ni las dulces ternuras de la familia, ni las bellezas de la amistad, ni la dicha inefable del amor correspondido.
En medio de un mundo, donde prevalece el egoísmo, la corrupción y el vicio, en todas las formas de la degradación humana, se necesita un gran valor para resistir a la maligna corriente que lo avasalla todo, y para llegar a esa perseverancia, que resiste a todas las sugestiones, y falsos pretextos, tendientes a eludir la rectitud y honestidad, en el obrar.

QUINTA VIRTUD: Concentración Espiritual:
Buscando el propia conocimiento, y la energía de la Eterna Potencia.
Para trabajar en algo, es indispensable el conocimiento a fondo de ese algo, en que se quiere ocupar tiempo y esfuerzo. Así sea el cultivo de un jardín, el pulir una piedra, el cincelar un metal, el pintar un lienzo, o arrancar de un instrumento musical hermosas melodías, es necesario ante todo, conocer a fondo aquello a que nos dedicamos.
Cuando queremos entregarnos a cultivar nuestro Yo íntimo, nuestro espíritu, esa fuerza impulsora de nuestra vida, debemos tratar de estudiarlo, y conocerlo en todos sus aspectos, buenos y malos, agradables y desagradables, elevados y ruines, generosos y mezquinos. Y ese conocimiento, sólo podemos adquirirlo mediante la Concentración en nosotros mismos, o sea, la MEDITACION.
Meditar, como ya hemos dicho, es penetrar en el santuario intimo de nuestra conciencia, donde descubrirnos que impulsos, hacia el bien o hacia el mal, nos dominan con más frecuencia, que debilidades, gustos e inclinaciones, aparecen Oirás definidos y fuertes en nosotros, a fin de prestarles más atención, tal como hace el buen jardinero, con sus amadas plantas de jardín, que observa día a día, por si el sol abrasador o las lluvias excesivas, o los vientos helados las perjudican.
Y como el buen jardinero, con amor y solo por amor a sus plantas, a las que quiere ver embellecidas en abundante floración, las poda, las riega y hasta lava su raíz, con igual amor piadoso por nuestra alma cautiva en la materia, hemos de apartarle todo aquello que perjudica su crecimiento, su progreso y justa actuación en Plano de evolución en que por, por Ley Divina está colocada.
Gran cosa es, a la verdad, el adquirir el hábito de la concentración espiritual o MEDITACION, porque ella significa, encender una potente luz en las tinieblas, entre las cuales veremos claramente los peligros y tropiezos que puedan interrumpir la evolución, y romper las alianzas y pactos que hayamos hecho, en colaboración con los grandes apóstoles de la Redención Humana.

SEXTA VIRTUD-. Consagración a la Ciencia.-
Que nos descubre las Obras y Leyes de Dios, y nos hace útiles a la HUMANIDAD. La vida espiritual, no está reñida con 1a adquisición de conocimientos superiores, mediante el estudio de la naturaleza, que es el Gran Libro del Eterno Invisible, que se nos manifiesta a cada instante en la estupenda grandeza de sus Obras, de sus elementos y de sus múltiples creaciones,
Consagrar voluntad y tiempo, a estudiar las Ciencias de Dios y de sus Obras, es hacer al espíritu capaz de ser maestro y guía de las porciones de humanidad que la Eterna Ley nos designe, para conducirlas hacia los caminos de la Justicia, de la Paz y del Amor, donde encontraremos toda la felicidad buscada.

SÉPTIMA VIRTUD: El Desinterés.
Hemos llegado a la cumbre de la Montaña Santa. Allí, donde llegan las almas heroicas, generosas y sublimes que después de realizar toda una vida llena de merecimientos, de obras de bien y de justicia, de obras coronadas de belleza y de amor, se acercan a la Eterna Presencia, y su pensamiento hecho un rayo de luz, le dice hincando en profunda humillación: Eterna Majestad del Infinito, aquí tienes tu insignificante criatura, que solo ha podido traerte en ofrenda el pequeño vaso de su corazón, ardiendo en Amor hacia Ti para siempre.
¿Qué pide esa alma? El continuar sirviendo a Dios y a todos sus semejantes.
¿Qué quiere para sí misma? Amar y ser amada hasta el infinito...
Oh eterna grandeza del alma que penetró en los portales de la vida espiritual, sin pensar nada más que en darse en ofrenda permanente al Supremo Poder, sin buscar ni pedir compensación alguna en la Tierra, por que tuvo la luz para comprender, que se hace dueño de los Tesoros Divinos, el que en absoluto desinterés, se entrega al cumplimiento de la Eterna Voluntad. Es el desinterés, la virtud por excelencia de los héroes y de los santos, que sacrifican cuanto tienen, y cuanto son, en bien de sus semejantes.
¿Qué hará la Suprema Majestad, en su generosa largueza con almas semejantes?
¿Las mirará con indiferencia, las relegará al olvido, las confundirá con las muchedumbres que juega ríe y pierde el tiempo en fugaces veleidades?...
¡Oh eterna grandeza del alma humana, por amor al Divino servicio...
Los Angeles del Señor, bajan de los Cielos a contemplar su belleza, y sueltan a todos los vientos, sus cánticos de gloria y de amor: “Gloria a Dios en los Cielos infinitos, y Paz y Amor, a las Almas de Buena Voluntad”.







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