sábado, 4 de mayo de 2013

Lo dijo Sixto:


Me disculpo de antemano a todos los que me han escrito desde buen tiempo atrás, y no han recibido contestación mía debido a que como en muchos de mis viajes anteriores a lugares alejados o exóticos, me ha faltado tiempo, o facilidades técnicas para hacerlo.
Este nuevo viaje a Egipto y los siete años que faltan para el Giro del Tiempo y la sincronización de los Tiempos, me hizo reflexionar sobre lo que esta escrito en los papiros o grabado en los muros de pirámides y tumbas que constituyen el Libro de los Muertos de los antiguos habitantes del país de Khem (Egipto antiguo), y especialmente sobre algunos de sus textos como el “Amduat” y “el Libro de las Puertas” que son parte del “Libro de la Cámara Secreta”. En él, el muerto identificado con el dios RA que debe renacer o resucitar al amanecer del nuevo día, representaría también a nuestro planeta, que en el tiempo real esta muerto, que debe enfrentar en una terrible batalla a la serpiente del mal. El Apofis egipcio, para nosotros los ángeles caídos, el conocimiento falso y las energías descontroladas, para seguir su ruta hacia el firmamento.
La muerte era para los antiguos egipcios un camino iniciático (la humanidad empieza desde allí), donde se recorre una ruta tenebrosa llena de pruebas y acechanzas, hasta llegar al “Pesado del Alma” o Gran Juicio.
En ese Gran Juicio se entraba en el gran salón de Osiris, y se observaba en el centro del mismo una balanza de oro, la cual sería usada por Anubis el dios chacal para pesar el corazón. También estaba presente el dios de la escritura Thot con cabeza de Ibis, quien tomaría nota de ese momento. En el extremo de la habitación, bajo una tienda preciosa estaba sentado Osiris, juez supremo y dios de la muerte, acompañado de su esposa y hermana Isis, así como de su otra hermana Neftys, y de Horus el mediador. Cerca de la balanza estaba el “Devorador”, un ser monstruoso, cabeza de cocodrilo, cuerpo león y patas de hipopótamo, quien se haría cargo del alma que no consiguiera salir airosa del juicio.
En ese momento el alma debía hacer una declaración de inocencia ante los cuarenta y dos jueces de Egipto, uno por cada uno de los Nomos o provincias del país, así como una confesión de las virtudes manifestadas a lo largo de la vida.
Llegado el momento más importante del ceremonial se procedía al pesado del corazón o Ab, que aparece representado como una pequeña tinaja, y en el otro platillo de la balanza divina se colocaba una pluma de la cola de la avestruz, símbolo de la diosa Maat, diosa de la justicia. En ese momento los platillos debían de quedar equilibrados como para que se le reconociera “justa” a esa alma. Pero aún no habría de entrar a los campos de “Ialu” o reino de descanso y paz de los muertos, aún tendría que sortear veintiún puertas del reino de Osiris protegidas por igual número de guardianes. En ese recorrido debía mantenerse vigilante, orando (meditando) para evitar “la segunda muerte” y sortear una red gigante que se extendía entre el cielo y la tierra poco antes de llegar al final.
Mientras recorría con mis compañeros de viaje las diversas tumbas del Valle de los Reyes y de los Nobles, veía las escenas del Libro de los Muertos, sintiendo el paralelismo con el proceso actual de la humanidad, porque en este tiempo como que se nos estaba pesando el corazón, ósea se estaba evaluando nuestra capacidad de amar, y que en estos siete años que faltaban cada cuatro meses podría ser que tuviéramos que enfrentar una puerta simbólica abriéndola para cruzarla en perfecta conciencia, y que nosotros sentiríamos estos portales (Alemania. Dic/2002)

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