jueves, 7 de diciembre de 2017

¡ Deja que la ira seque...!

Mariana se puso feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul.

 Al día siguiente, Julia, su amiga, vino a la 5 de la tarde en punto para compartir unas deliciosas tazas de esa infusión.
Mariana no podía pues saldría de compras con su madre.
Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera invitar a Rosario, otra amiga, a tomar esas prometedoras tazas de té en el jardín del edificio en que vivían.
Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado en el suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota.
Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá “¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo? Le presté mi juego y ella lo descuidó y lo dejó tirado en el suelo”.
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo:
“Hija, ¿te acuerdas aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó.
¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha. Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo”.
Mariana no entendía muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver televisión.
Un rato después sonó el timbre de la puerta… Era Julia, con una caja en las manos y sin más preámbulo ella dijo:
“Mariana, ¿recuerdas a Rosario?
Vino para compartir el té conmigo y no la dejé que sirviera porque creí que no cuidaría tu juego; pero se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado.
Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo. No pude evitarlo!"
“¡No hay problema, Julia!, dijo Mariana, mi ira ya secó...
 Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo ensuciado de lodo”.
Nunca reacciones mientras sientas ira. La ira nos ciega e impide que veamos las cosas como ellas realmente son. Así evitarás cometer injusticias delante de una situación difícil. Acuérdate siempre: ¡ Deja que la ira seque...!

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