La humanidad se queda sin noche. En un planeta en el que más del 80% de la población vive bajo cielos contaminados lumínicamente y en el que un tercio de los 8000 millones de terrícolas no pueden contemplar la Vía Láctea, la superficie terrestre iluminada artificialmente sigue creciendo sin parar: entre 2012 y 2016 lo hizo a un ritmo del 2.2% cada año. Y por si fuera poco, el brillo de ese iluminado nocturno también aumentó alrededor de un 2% anual.
Esos resultados, nada halagüeños, proceden de un estudio liderado por el Centro de investigación alemán de geociencias GFZ en Postdam (Alemania) -y en el que hay participación española- que publica la revista Science Advances. Los científicos han analizado los datos captados por un satélite a lo largo de cinco años y concluyen que nuestro planeta está más iluminado y que, además, las noches son más brillantes, con la miríada de repercusiones negativas que eso tiene. Sobre la salud humana, sobre la investigación, sobre los ecosistemas y sobre otras especies animales, sin perder de vista que supone una pérdida del patrimonio cultural de la humanidad.
La investigación también ha evaluado el impacto sobre la contaminación lumínica que está teniendo el cambio de los iluminados públicos de sodio –la tradicional bombilla amarilla- por luces LED en ciudades y pueblos, y tras analizar los datos recolectados, cuestiona que el uso de ese tipo de iluminación conlleve un ahorro del consumo global de energía. De hecho, han observado justamente lo contrario.
El aumento es mayor en países en desarrollo
Los investigadores han analizado las imágenes captadas por el sensor VIIRS ubicado en el satélite Suomi National Polar, que orbita la Tierra desde 2011. Se han centrado en analizar tan solo los datos procedentes de los meses de octubre del periodo 2012-2016. Han escogido este mes tras tener en cuenta factores como la vegetación, si la cubierta vegetal podría tapar o no la luz solar, o la nieve, que puede hacer que algunas zonas parezcan más brillantes.
Repercute sobre la salud humana y del planeta
Que el la noche no sea oscura tiene repercusiones muy negativas. El investigador Franz Holker, coautor del trabajo, explicó en rueda de prensa que la iluminación artificial nocturna es un contaminante ambiental que amenaza la vida de muchos animales nocturnos, plantas y microorganismos, además de la salud humana. “El mundo biológico se guía por los ciclos naturales de noche y día. El 30% de los vertebrados y más del 60% de los invertebrados son nocturnos y la luz artificial les afecta y amenaza, cambia sus hábitos, los confunde”, dijo. Y añadió que la Asociación Médica Americana lanzó una alerta el año pasado sobre la exposición a la luz azul y la pérdida de calidad de sueño, con las consecuencias que tiene para la salud: desde un aumento de la probabilidad de sufrir diabetes y obesidad hasta depresión y cáncer.
Pero no todo está perdido. Kyba se mostró optimista y puso como ejemplo experiencias como la de Tucson, en Arizona, en donde se han implementado farolas LED bien diseñadas que han permitido reducir la emisión de luz sin que ello haya tenido un efecto perfectible para sus habitantes. “Hay lugar para el optimismo”, afirmó el investigador.
Diario La Vanguardia de Madid
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