martes, 1 de noviembre de 2016

EL JARDIN INTERNO

Todos tenemos en la memoria la imagen de un lugar que alguna vez visitamos y que nos impactó por su belleza y armonía. Este recuerdo es muy valioso, porque cuando llegan los momentos difíciles, o cuando estamos aburridos, podemos volver a deleitarnos con la serenidad de ese paisaje y revivir aquel momento grato, mientras la vida real continúa siendo gris y amarrada a la rutina. Si no tenemos recuerdos amables, a los que podamos recurrir, también existe la posibilidad de crear nuestro propio jardín interno, que nos sirva de refugio para recuperar la paz perdida.
No importa en qué lugar te encuentres, cuando puedes repetir a voluntad la imagen preciosa de tu jardín interno, su visión te acompaña para siempre. Si te parece interminable la espera en un aeropuerto, o en un consultorio médico; si estás cansado por exceso de trabajo, solo te toma unos minutos visitar ese santuario y recobrar allí tus fuerzas. Hay cierta magia en las visiones agradables que creamos, porque recordar no solo es trabajo de la mente, también nuestras glándulas responden al pensamiento, segregando hormonas, que, cuando la experiencia es grata, nos inducen a estados de calma y a sensaciones de placer.
Relajarnos cuando estamos tensos ha dejado de ser el privilegio de los desocupados para convertirse en la prioridad de quienes desean conservar la salud y el equilibrio. Revivir los lugares hermosos que hemos visitado es una forma de relajación muy efectiva. Imagina que estás en un claro del bosque, al lado de una catarata que irradia nubes de vapor de agua y multiplica iridiscentes arco iris. Visualiza un pozo de aguas cristalinas, rodeado del verde de los árboles que mecen sus ramas al viento. Pájaros de todos los colores suman su canto melodioso al murmullo del agua, que cae estrepitosamente. Allí te sientes descansado y en paz, completamente unido a la naturaleza, que te presta su armonía para que la inhales con cada aliento.
Si lo deseas, puedes crear otro escenario totalmente diferente: ahora estás acostado en la playa bajo el sol radiante, sintiendo el rítmico golpear de las olas, que se llevan todas tus tensiones y desequilibrios. Siente cómo tu cuerpo poco a poco va entrando en un profundo descanso. También puedes optar por visitar un jardín vibrante de colores y aromas diferentes. Tú mismo estás a cargo de construir tu refugio, y es tu privilegio crear belleza con los elementos que desees.
Ten en cuenta que cada uno de los componentes de tu jardín interno tiene un significado. Cada objeto que aparece allí, corresponde a un aspecto de ti mismo; porque la mente crea sus fantasías partiendo de un lenguaje construido con sus propios símbolos. Esto significa que, si en tu jardín interno logras cambiar alguna cosa, algún asunto relacionado con tu vida externa también se estará trasformando. En este trabajo de visualización estás empleando una técnica muy poderosa para acceder a los niveles más profundos de tu ser y establecer allí contacto con los arquetipos vigentes.
Por ejemplo, si en tu jardín interno repentinamente ha brotado un arbusto espinoso, puedes preguntarle qué representa en tu vida y que mensaje quiere darte. En la fantasía los arbustos hablan, así que posiblemente te dará una explicación muy oportuna, y ganarás mucho en comprensión de los obstáculos que tienes en el horizonte. Supón que tu jardín interno un día se llena de ortiga, que, crece desaforadamente ocultando de tu vista las flores. Ponte unos guantes, y arranca de raíz aquella planta, que produce comezón y ardor, y verás que también en el mundo real seguramente habrás transformado alguna situación molesta que te mantenía preocupado.
El jardín interior también facilita las prácticas espirituales diarias. En ese lugar íntimo puedes estar a solas para ejercer el oficio de conectarte con el alma. Aún, llegado el momento de la muerte, no existe ningún bálsamo que suavice y dulcifique tanto la partida, como tener un refugio interno a donde podamos retirarnos cuando necesitemos evadir el dolor y salir de la inestabilidad emocional, que una enfermedad terminal normalmente provoca.
Crear un jardín interno es pues una inversión muy productiva, y el esfuerzo requerido es mínimo. Solo se trata de anticipar la visión del paraíso, y disfrutar a voluntad de la armonía y la paz con la que nuestro cuerpo celebra esa visión tan añorada. (de Hortensia Galvis )

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