lunes, 14 de septiembre de 2015
El evangelio mágico de los antiguos coptos
Hace unos años, cuando Anne Marie Luijendijk se puso unos guantes blancos para examinar un códice copto del siglo VI en el Museo Sackler de Harvard, quedó boquiabierta al abrir un códice en miniatura, en pergamino, con la encuadernación conservada y que llevaba por título, en lengua copta: El Evangelio de las Suertes de María, la madre del Señor Jesucristo, a la que Gabriel el arcángel trajo la buena nueva. El que persiga con todo su corazón, obtendrá lo que desea. No seas de dos mentes. Las páginas que siguen a este título, hasta la 75, contienen pasajes breves, uno por cada dos páginas enfrentadas.
¿Es un evangelio?
La denominación «evangelio» sorprende a primera vista, puesto que el libro no contiene ni una narración de la pasión de Cristo ni una serie de «dichos» de Jesús, como sería el evangelio de Tomás. Ni María ni Cristo son protagonistas de los textos, aunque sí se hace un uso amplio de la Biblia, con citas de Salmos, Job, Proverbios, Mateo o Lucas. En realidad, el librito servía para adivinar el futuro y cada página proporcionaba al azar una respuesta a la pregunta del consultante. Por ello, cabe pensar que el uso del término evangelio remite a la costumbre de inscribir en los amuletos el íncipit (primeras palabras) de los evangelios o de algunos Salmos para dotarlos de una fuerza protectora.
Más allá de esta denominación, el Evangelio de las Suertes de María es un ejemplo interesantísimo del papel que tenía la adivinación en el Egipto cristiano. El librito debió de ser muy usado, como indican las manchas de grasa en los bordes de las páginas. En ellas encontramos oráculos como el siguiente, que corresponde a las dos páginas reproducidas sobre estas líneas: «Ve y haz tus votos, y lo que prometiste cúmplelo inmediatamente. No tengas una mente doble, pues Dios es misericordioso. Él es el que cumplirá tu petición y aliviará la aflicción de tu corazón» (oráculo 25).
Para consultar estas respuestas existían diversos métodos. Se podían utilizar pequeñas fichas en las que se inscribía la pregunta y a través de diversos juegos de azar se obtenía la respuesta. También se empleaban dados o astrágalos, cuyo número indicaba la respuesta, ya fuera un número que se correspondía con el nombre de un dios, una página o un verso. En un fragmento de papiro, destacado por Luijendijk, consta que se usaban hojas de palma para invocar a la Gran Señora Isis a través del mensajero Hermes. Sin embargo, el método probablemente utilizado en el Evangelio de las Suertes de María es el de la elección de una página del códice al azar, que recuerda a lo que hizo san Agustín cuando recibió desde el cielo la orden de abrir la Biblia al azar, y se encontró «casualmente» con el texto de la conversión de san Pablo.
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