Hace treinta años, en Londres, un señor que fue marino durante la
segunda guerra mundial, me contó esta anécdota:
En el puerto, un gusano trepó al barco y tejió su capullo. Nadie lo
notó. Zarparon. Los días, en el desierto oceánico, se sucedían
aburridos y grises, hilados por un monocorde olor salino. De pronto,
en la infinita desolación, apareció una mariposa, agitando sus
aterciopeladas alas entre los implacables cañones. Todos cesaron sus
labores para vitorear al insecto. Pero las expresiones de alegría,
poco a poco se fueron transformando en un silencio triste. Se habían
dado cuenta que el animalillo estaba condenado a morir por falta de
alimento. El revoloteo no era una danza eufórica sino desesperados
aletazos de hambre. El cocinero corrió a la despensa para volver con
un montón de azúcar. Otro aportó un trébol seco. Alguno hizo una flor
con miga de pan. La mariposa, pegada a la lona de un bote salvavidas,
como si posarse ahí expresara el deseo de todos los soldados por
volver a sus hogares, agonizó lentamente. Cuando murió, la envolvieron
en una pequeña bandera de seda y al son de una trompeta militar, le
rindieron honores póstumos. Un marino, con la garganta apretada por el
dolor, pronunció el sermón: “Ya sabemos que morir es nuestro destino,
que nada de lo que hay en la Creación dejará de perecer, mas no nos
entristece la muerte de esta mariposa, sino el hecho de que nunca
conoció una flor.
También estamos tristes por nosotros mismos porque podemos ser exterminados antes de cumplir aquello para lo que nuestros cuerpos están programados: el goce intenso de un planeta que debería ser un paraíso. Desde que nacemos, nos encontramos en un navío sórdido navegando a través del desierto. Ya ningún ser humano nace en la felicidad que le corresponde. Hemos estado en guerra contra la naturaleza y lo hemos arruinado todo. Nuestros hijos llegarán en medio del hambre, la erosión y la violencia, como mariposas condenadas a nunca encontrar el alimento que les corresponde. ¿Por qué tenemos que irnos de este mundo con hambre y sed de amor?”.
Arrojaron la mariposa al mar como si fuese un compañero caído en la
batalla…
Cierto es que he contado esta historia en forma literaria, pero lo puedo asegurar, sucedió realmente. El caballero londinense,como todo inglés, contuvo su emoción, pero noté que sus ojos se humedecían más de lo normal.
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Cada instante que pasa es una nueva oportunidad, entonces mira a los ojos de las personas, diles cuánto las quieres , demuestra este gesto y levanta tu frente cuando camines....será tu alimento para poder volar.... Alajandro Jodorowsky
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